jueves, 18 de diciembre de 2008

Si tan solo hubiera sabido ayer, que las làgrimas de entonces eran la antesala de la angustia de mañana, habrìa guardado algunas de ellas, embotelladas en cristales multicolores, para tener con què llorar hoy. En este perìodo àcido de mis dìas, en esta estepa de espejos rajados, las uñas molestan mucho. Rodea mi cuerpo ese halo gris, precipitàndose casi sobre mis omòplatos. Ay, Ay, si tan solo ayer, cuando sonreìa, hubiera sabido a ciencia cierta (si es que existe tal cosa) que sobrevendrìa este aluviòn, esta tormenta, habrìa guardado mis dientes, para mordisquearme los codos, ahora, que deseo con todo mi ¿alma? ¿cuerpo? ¿mente? romper algo. Y me romperè la crisma, me romperè la cara contra esa pared de vidrio, me romperè una pierna intentando esquivar ese bulto que no logro ver, intentando saltar ese charco que no puedo medir. No es caricia esto que me prodigo, y voy reconociendo uno a uno cada interruptor, cada perilla. Correrè por la cornisa, y aunque ya lo haya dicho, lo vuelvo a decir, porque esa idea, esa dulce y tenebrosa idea, vuelve a ser dulce. Llegò primero su dulzor, primero ese aroma casi adolescente, llegò embarcada en recuerdos dudosos, de tan guardados casi vaporosos. El completo y terminante desprecio, el asco soberano, la renuncia postergada con tantas excusas, y saber ahì la puerta, tan real, tan parlante, tan abierta si se quiere. Al caer las horas y los años, aparece en el cuerpo el paso del tiempo como una tierra reseca que fue utilizada sin plan, sin proyecto. Dejar el espacio vacìo, para que algo crezca, para que alguien, quien quiera, traiga aquì tierra nueva, y ocupe mi espacio, cuando me haya ido del todo, cuando pueda irme, cuando nadie me reclame, ni me llore, ni me llore. Ya he llorado yo bastante, ya he llorado yo bastante. Y sin làgrimas embotelladas, sin dientes que muerdan, repitiendo palabras que siempre gritan la misma urgencia, voy acercàndome al centro, a lo hondo, voy ahogàndome conmigo, como antes, y permanecerè quieta, hasta que suceda, lo que deba suceder, lo que deba suceder. Solo que hoy, es tan fuerte la idea, y tanta la angustia, y tanta la ansia, que me cuesta un poco cruzar mis brazos y amarrarme a mi asiento. Y ahì, ahì, tan hermosa, tan liviana, tan distinta, tan cornisa.