sábado, 13 de julio de 2013

Meditaciones de descarte

Es confuso el tiempo. Siempre vuelvo a pensar en él. Dejo la frase anterior así, ambigua. Adrede.
Siempre, esas palabras. Nunca, antes de hacer terapia había pensado que eran determinantes. Siempre consideré que eran exageradas, pero no determinantes. Siempre, siemper, nunca, nunca. No sé hablar sin usarlas.
No. También es determinante.
El tiempo, decía. Absurdo, va y viene. El pensar sobre el tiempo, todo el tiempo.

La última semana volvió a mí un pasado escalonado. Con fechas exactas y aproximadas. Como quien se topa con una agenda vieja y comienza a husmearla. Necesité reconectarme con ese pasado, si bien lo sabía muerto, caduco. Todo tiempo pasado fue... no sabremos si mejor ni peor, la certeza es que fue.
Los verbos son más exactos que los adverbios, y muchísimo más exctos que los adjetivos. Los sustantivos son difíciles de encontrar, los justos.
Desearía poder hablar solo con verbos.
Sin conjugar siquiera. O conjugándolos aleatoriamente. Decir, por ejemplo

Viajo dormía despertaré
subirá
anduvo
teme
dudo

Y mechar algunos quizáses, y un mientras tanto.

El gerundio es más correcto. Ando.
Mientras tanto el gerundio. Estoy pensando sobre el tiempo y las palabras. Voy viviendo, mientras tanto. La repetición no es un recurso estilístico sino un axioma.

Extraño.

Dejar la palabra suelta y no aclarar si adjetivo y verbo con la persona a cuestas. Creo que las dos cosas.

Vino a mí un libro de poemas de Emily Dickinson. Pienso en la poesía que rehuye de toda estructura. Y atraviesa el tiempo. Todo poeta es más allá de su tiempo, poeta, en su tiempo, pero más allá.

No, no es el deseo de trascender por el reconocimiento, sino el deseo irrefrenable de superar los límites absurdos que nos atan al presente. Sí, quisiera salir corriendo, hacia atrás, hacia adelante. Hacia atrás ir, y resolver lo no resuelto, y echarme en los brazos-pasto que extraño. Hacia adelante para mirar.

Pero tengo este pedacito de presente. Y es mucho. Mirarme la punta de los zapatos, un rato. Acá estoy.

Tomo ese brebaje que son los años y dudo de sus efectos.

Disfrutaré tu compañia, si así lo deseas. Yo ya no quiero pedir, yo necesito seguir andando, despacio, pero seguir andando.

Puede que te conviertas en pasado. Entre nosotros se va formando ese arroyo, ese río... no, no habrá puentes. Tan sencillamente porque no puedo hablar en futuro. Sólo veo bajo mis pies este río que se va formando, caminaré un rato por la orilla, mirándote, hasta que ... ya no te mire, con los ojos... Casi como ahora me van saliendo ojos en la espalda, que no siempre abro, por las dudas, para no confundirme.

No descender al lenguaje oscuro. Quedarse en el claro del río. El infinitivo es casi una orden, aunque no lo sea.

Pensar, sentir... cual es la diferencia?

Devenir... ese verbo hacía rato que no se me escabullía de los labios. Devenir. Eterno, dicen por ahí. Y yo, que sigo aún pensando en el tiempo.