viernes, 30 de diciembre de 2011

amigdalitis

Si te extirpan unas amìgdalas, unas determinadas que andan escondidas en el cerebro... se va el miedo. Todo el miedo. Ella pidiò que le extirparan eso, eso que ni podìa pronunciar, porque no entendìa, y todo lo que no entendìa le daba escalofrìos, temblores, pànico... miedo. Empezò como una sensaciòn frìa, solamente como eso. Ahì en la panza, donde suele haber sensaciones càlidas en los momentos otros. Hacía rato que lo cálido era cosa del espacio de la nostalgia. El frío fue como un golpe, casi sintió náuseas, pero no dijo nada. Nada salió de su boca, ni sonido ni vómito. Sólo que el frío no se fue, se quedó, ya no de golpe, sino como una permanencia profunda, que se expande, que contagia. Y sus ojos congelados por dentro oscurecieron los lugares que habitaba su cuerpo. La llama de la hornalla, la ventana del balcón abierta, entornada más bien, la tele ahí encendida como quien existe más allá de toda certeza. Siguió como si nada. Aparentar tiende a ser una buena forma de ahuyentar a los perros. ¿Nadie olìa su miedo? Un día lloró, se ve que el clima permitió derretir todo aquello del estómago. Lloró, lloró... y ese nudo en la garganta seguía, seguía, pero más suelto. Entremedio del nudo corría su agua, ahora tibia, ahora fría, ahora suya, ella corría por su propia garganta, que a un tiempo se ocluia y a un tiempo se expandía... Siempre tuvo las amígdalas grandes, y su madre, ella no tenía amígdalas, alguien se las había quitado de niña, por infecciones recurrentes. Ya no se suele hacer eso, dicen que sirven para defenderse. Pero claro, el miedo sirve para defenderse, el pavor... el pavor. Bueno, bueno, no exageres mariposa, pavor, pavor, lo que se dice pavor.... estuviste triste y ya. Y sì, tuviste miedo. Extirparse el miedo, extirparse el miedo. La idea la sacò de la tele, que andaba ahì, suelta, como si tal cosa. Esas otras amìgdalas, siempre es eso otro, que es similar pero profundamente distinto. Convergencia adaptativa. Arrebatarse eso suyo, su propio cuerpo, para poder seguir. Y si fuera necesario amputar una extremidad tambièn, pero en este caso era una mìnima parte, que se expandìa, irracionalmente. El mèdico dijo que no, que de ninguna manera. Ella sabìa desde el principio cuàl serìa la respuesta, pero tuvo que intentar, preguntar. Y ahì nomàs se largò a llorar, llorò largamente, el mèdico la dejò sola en su consultorio, y las luces se apagaron, y ella tuvo miedo, mucho miedo, pero no dejò de llorar, porque si dejaba de hacerlo, podrìa cerràrsele la garganta, asfixiarse con su propio miedo. Cuando aqueja el terror las amìgdalas se inflaman.... puede ocurrir. Fantaseò un segundo con una idea, sacarse el cerebro y lavarlo, con agua tibia claro. Hundir los dedos con las uñas bien cortas para no lastimarse en las hendiduras, en los surcos. Sacar toda la mugre, incluso acariciar las amìgdalas esas benditas, acercar los labios a ellas y besarlas, para que se calmen, para que no teman màs, o no teman tanto. Y luego, con el cerebro pulido, volver a colocàrselo, como quien acomoda un sombrero, y salir a la vida, renovada. Tonta, tonta, diez mil veces idiota, es imposible. Es por esas cosas sin sentido que leès y miràs, es por la tele que anda ahì como desprevenida, esperando que la patees, que la desconectes. Se acercò a un vidrio de un negocio, era de noche ya. Podìa verse a sì misma con màs claridad que a los productos adentro. Se mirò, largamente, en ese falso espejo que la pintaba oscura y transparente, bendita contradicciòn, que le dibujaba en el pecho un auto que pasaba por detràs, o el vaya a saber què cosa que se vendìa en ese, sì, quiero decir escaparate. Sus ojos, no, no podìa ver sus ojos. Sus labios se echaban hacia abajo, y llevaba en sus manos una bolsa muy pesada, la dejò ahì. Ni siquiera quiso pensar què tendrìa adentro. Se siguiò mirando un rato, se peinò. Se volviò a peinar. Continuò su camino. Por la ciudad, por la ciudad. Podrìa cruzarse con cualquier persona, y no la reconocerìa. Ella a ellos, ni ellos a ella. Continuó su camino, como si existiera tal cosa, y su cerebro ahí. Sin amígdalas todo sería mejor, pero ahí estaban las amígdalas, gritándole que no cruce la avenida con el semáforo en verde para los autos, gritándolo que algo hay que comer porque sino te desmayàs, gritándole que la locura, que la locura viene de adentro, y sale para afuera. Como ella esa noche, que no sabe bien cuándo ni cómo salió, pero tenía una idea en la cabeza, que nadie le pudo sacar. Llegó a su casa y tomó una pinza, una de esas pequeñas de depilar, escarbó por su nariz, mirándose al espejo del baño. Escarbó y escarbó, increíblemente no tenía miedo. Tocó el fondo, tocó el fondo, no de su nariz, de su cráneo, de la masa arremolinada que dormía insomne dentro de su cráneo. Continuó buscando, sintió sabores, olores, colores, sonidos, recuerdos, nostalgias... y de golpe el puñetazo frío en el estómago. Sonrió. Ahí estaba. Cortó un trozo, no todo, en ese momento entendió que no todo, sólo un poco, lo necesario. Lo tiró en el inodoro, tiró la cadena. Se lavó la cara con agua tibia, con agua tibia... no había otra agua en verano. Y se fue a dormir. Mañana, mañana será otro día.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Algo áspero y veloz

Todo se complica cuando hay arena, ahí en las comisuras de los labios, ahí entre los dedos de los pies y de las manos. Difícil caminar, salen ampollas. Las ampollas se explotan y duelen y gritan en este verano atroz. Debería dormir. La música mía es siempre la misma, las voces oscuras que adormecen ese hígado. Ahí vienen los fantasmas, los de siempre y sus amigos, esos otros con puñales y puñetazos. Vengan aquí está mi estómago, mi esofago, el resto de mis tripas. Pero mi hígado está dormido, no sufriré mientras así sea. El corazón es otra cosa, es solo un puente, todo pasa por ahí, él no sufre, ve sufrir. Y yo, qué soy yo? No, no la suma de las partes. Y yo, ese todo que se desmembra minuto a minuto, quisiera dormir, para despertar y volver a dormir. Irme, como quien se desliza hacia ningún lugar, y volver a empezar, pero en serio. Lejos, de mí, donde esta música y estos fantasmas no puedan encontrarme. He de cortarme la cabeza para dejar a los fantasma habitando su escondite. He de correr descalza de nuevo, una y mil veces, mirarme sin ternura, enternecerme con cualquier otra imagen que resultará siempre más piadosa que yo. Porque la arena también está en el ojo, y mirar duele, pero también cerrar los ojos. No hay rincón confortable. "no se acomoden en este mundo" Dijo San Pablo. ¿Cómo hacerlo? Si el mundo nos expulsa, nos escupe, nos arrolla. Qué mérito tengo en sufrir, en padecer, en poner el pecho a esta balacera si no hay otra opción, si tienen mis manos atadas a estos árboles, y mirar de frente es sólo por curiosidad, para ver quién me mata, quién me mata. No podré desatarme, ni tampoco quitarte el arma, pero mis ojos arenosos quedarán incrustados en tu memoria, y no dormirás de noche, como yo no he de dormir ya nunca más. Y sufrirás la culpa, la culpa, la horrorosa culpa de dejar huérfanos a mis fantasmas. Que habrán de perseguirte, que habrán de habitarte, de expropiarte de tus otros pensamientos, y cuando te vacíen, cuando tu cabeza quede vaciada de vos y habitada por todos mis muertos, entonces volveré en mis muertos, y seré libre.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Mersa

Arriesgarse, un poquito, cuando ya todo está consumado. Nada nunca está consumado, todo fluye, se transforma. Y ahí vamos nosotros. De repente todo es menos áspero. Y yo también fluyo. Cuando comencé, como siempre, quise que esta vez fuera en serio. Que las palabras fueran pronósticos y quedarme yo callada. Lo que ocurre es que siempre es más tentador ver hasta dónde, buscar el límite más allá del límite. Cuando todo deja de ser blando y comienza el golpe. Es más tentador y allí vamos, para extendernos, para no ser sólo lo que nos alcanza entre las yemas de cada dedo mayor de las manos estiradas a los lados. Si puedo ser todo, absolutamente todo, hasta donde no pueda ser, e implote. Volver sobre lo escrito, y pasarlo a palabras ajenas, en el solo acto de leerlo. Ahí va mi subjetividad, construida, toqueteada, ahí va, lejos mío, y la veo irse y me siento plena, porque ajena a mí es una obra completa. Todo lo completo es aquello de lo que carezco. Es así, en todas sus dimensiones, en la dimensión agradable del ya acabé, pero también en la dimensión de la pérdida, de la eterna falta de aquello que nos fue quitado. Varios intentos costó decir ilusión. Parece una infamia nombrarla, una imbecilidad creer posible. .. Ir, siempre ir... cuando las venas duelen de estar tan quietas, cuando se quiere volar, y es tan sencillo en los sueños. Sólo arrojarse, me hincho y me estiro. Allí me aguarda quizá algo chocolate, algo tibio, algo nuestro. Quise ser dos, quise ser un vos, quise ser, ajena a mí, y la realidad me devolvía sólo un espejo. Cuando chica solí inventar, la ficción es la realidad que nos completa, en varios ciclos, y ciclos, y ciclos. Ahora grande, ya grande, ya adulta, puedo decir las cosas más horribles esta noche. Pero mejor me callo, pero mejor me duermo, y tal vez caiga, y vuele, pero tal vez también diga, y tal vez vea tu rostro, o el mío, y tal vez mañana, porque puedo escrbir hoy sobre mañana y también sobre ayer pero no sobre hoy, hoy lo vivo... digo que tal vez mañana, te mire, a alguien, y te diga, a alguien que ya, que ya, que mejor dormir, hasta que todo pase... y quizá mañana me digas que ya que ya, que a partir de hoy, me cuidás.

domingo, 6 de noviembre de 2011

emotions

Ya quedan muy pocos días por caer. Ansío y temo. Cuando el calendario termine veré la puerta, ahí, como una provocación insolente. Dejé las palabras estancadas hasta tu vuelta. Y me obligué a olvidar que volverías. Para poder vivir en el medio, un poco aunque sea. Pensar en mí. Pensar en mí. Pensar en mí. Lo dije tres veces y siento que en el espejo a mis espaldas aparece el monstruo verde. Siempre verde. Pero no me da miedo lo verde, sólo lo aborezco. Todo lo que odio de mí está ahí, cada vez que lo miro. Y ayer no me di cuenta, como no me doy cuenta casi siempre de las cosas, hasta que luego, a la distancia miro y analizo. El púber decía que los sentimientos son acá (mano en el pecho) y las emociones son acá (mano en la frente). Todos dudamos, los sentimientos en el pecho... en eso hubo acuerdo, y la metáfora de la sangre, y lo que circula por dentro. Pero la mano en la frente quedó muy corta. Hubiera sido un poco engorroso tocarse todo el cuerpo para denotar dónde se ubican las emociones, y estuvo bien que así no se hiciera, pero lo cierto es que para llegar a la frente, a escribirse de tal modo que cuando una se mire al espejo pueda leerlas con claridad, las emociones deben ser dormidas a la fuerza, hipnotizadas, o extraídas con pinzas quirúrgicas. Eso o esperar que se entibien. No hay espejos que expliquen el momento de fervor. Y esto lo escribo con la frente, qué alivio no sentir cuando no se siente. Y escribo sentir y ahí nomás quisiera llorar de nuevo. En el colectivo pasó de repente. Sentí miedo, mucho. Era estúpido, lo sé, pero sentí miedo. El loco se subió a gritar que nos iba a matar a todos, que todo era una mugre, que vendría por nosotros y por nuestros hijos. Y yo tuve miedo por los hijos que no tengo, porque entendí la amenaza. La escena no podía terminar bien. Y yo me bajé antes del colectivo. Porque estaba llorando, porque no mirarlo de frente y rezar y rezar, no fue suficiente para detener la angustia. Me quedaba por delante una hora de viaje, y el loco ahí, pegado a mi hombro. Si él no terminaba matándonos a todos terminaría yo, no podía tolerarlo, la presión adentro de mi cabeza crecía y crecía, y estaba tan pero tan sola. Quisiera que el señor que viaja al lado mío me abrace pero no quedaría bien. Me pego a él, como si su cercanía fuera a protejerme... el loco está pegado a mí, como si mi cercanía fuera a permitirle... Todos nos pegamos. Y yo siento mucha envidia por la gente que recién se sube, porque pueden decidir, pueden elegir, pueden irse lejos. Y siento mucha intriga por los que viajan como yo porque nadie dice nada. Y el loco grita, grita, que la presidenta está sola que pobre la presidenta... y sólo eso me faltaba. Tengo miedo de empezar a gritar yo, de ser tan loca como él. Y siento que soy la que está más expuesta, sólo a mí me toca el loco. Me bajé del colectivo, en cualquier lugar, lloré mientras caminaba. En Chacarita. Caminé hacia el cementerio y me sentí dudosamente más segura. Los muertos no gritan, no joden. La gente, el ruido, el smog profundo. Puedo llorar y nadie lo nota. Quiero estar en casa, quiero meterme en la cama y dormirme, mucho, mucho. Quiero que me pasen cosas lindas. Quiero que me pasen cosas lindas. Quiero que me pasen cosas lindas. Digo esto tres veces y en el espejo no se aparece nada.

colectivo

Ya quedan muy pocos días por caer. Ansío y temo. Cuando el calendario termine veré la puerta, ahí, como una provocación insolente. Dejé las palabras estancadas hasta tu vuelta. Y me obligué a olvidar que volverías. Para poder vivir en el medio, un poco aunque sea. Pensar en mí. Pensar en mí. Pensar en mí. Lo dije tres veces y siento que en el espejo a mis espaldas aparece el monstruo verde. Siempre verde. Pero no me da miedo lo verde, sólo lo aborezco. Todo lo que odio de mí está ahí, cada vez que lo miro. Y ayer no me di cuenta, como no me doy cuenta casi siempre de las cosas, hasta que luego, a la distancia miro y analizo. El púber decía que los sentimientos son acá (mano en el pecho) y las emociones son acá (mano en la frente). Todos dudamos, los sentimientos en el pecho... en eso hubo acuerdo, y la metáfora de la sangre, y lo que circula por dentro. Pero la mano en la frente quedó muy corta. Hubiera sido un poco engorroso tocarse todo el cuerpo para denotar dónde se ubican las emociones, y estuvo bien que así no se hiciera, pero lo cierto es que para llegar a la frente, a escribirse de tal modo que cuando una se mire al espejo pueda leerlas con claridad, las emociones deben ser dormidas a la fuerza, hipnotizadas, o extraídas con pinzas quirúrgicas. Eso o esperar que se entibien. No hay espejos que expliquen el momento de fervor. Y esto lo escribo con la frente, qué alivio no sentir cuando no se siente. Y escribo sentir y ahí nomás quisiera llorar de nuevo. En el colectivo pasó de repente. Sentí miedo, mucho. Era estúpido, lo sé, pero sentí miedo. El loco se subió a gritar que nos iba a matar a todos, que todo era una mugre, que vendría por nosotros y por nuestros hijos. Y yo tuve miedo por los hijos que no tengo, porque entendí la amenaza. La escena no podía terminar bien. Y yo me bajé antes del colectivo. Porque estaba llorando, porque no mirarlo de frente y rezar y rezar, no fue suficiente para detener la angustia. Me quedaba por delante una hora de viaje, y el loco ahí, pegado a mi hombro. Si él no terminaba matándonos a todos terminaría yo, no podía tolerarlo, la presión adentro de mi cabeza crecía y crecía, y estaba tan pero tan sola. Quisiera que el señor que viaja al lado mío me abrace pero no quedaría bien. Me pego a él, como si su cercanía fuera a protejerme... el loco está pegado a mí, como si mi cercanía fuera a permitirle... Todos nos pegamos. Y yo siento mucha envidia por la gente que recién se sube, porque pueden decidir, pueden elegir, pueden irse lejos. Y siento mucha intriga por los que viajan como yo porque nadie dice nada. Y el loco grita, grita, que la presidenta está sola que pobre la presidenta... y sólo eso me faltaba. Tengo miedo de empezar a gritar yo, de ser tan loca como él. Y siento que soy la que está más expuesta, sólo a mí me toca el loco. Me bajé del colectivo, en cualquier lugar, lloré mientras caminaba. En Chacarita. Caminé hacia el cementerio y me sentí dudosamente más segura. Los muertos no gritan, no joden. La gente, el ruido, el smog profundo. Puedo llorar y nadie lo nota. Quiero estar en casa, quiero meterme en la cama y dormirme, mucho, mucho. Quiero que me pasen cosas lindas. Quiero que me pasen cosas lindas. Quiero que me pasen cosas lindas. Digo esto tres veces y en el espejo no se aparece nada.

sábado, 17 de septiembre de 2011

tarde, confusa, y con sabor a mí

Al llegar a casa he de sacarme todo el maquillaje, todo lo que se pueda. Quedarán en mis ojos, en las comisuras de los labios, en los pliegues los restos, como de costumbre. A cara lavada miraré la hoja en blanco. Algo en mí quiere llorar, algo en mí está seco. Ahí en el borde, cuando el borde dejó de ser construido desde adentro y empezó a visualizarse desde fuera, como si alguien lo filmara y me mostrara los videos, el peligro. ¿A vos también tengo que dejarte? Algo en mí, el componente seco me dice que sí, que ya basta, que la grandilocuencia es demodé, que no llego a nada. Y lo húmedo quiere cubrirte con su abrazo tibio, y llorarte a mares, pataleando en la superficie. ¡Tanto pierdo de mí si te olvido! Admitirme que en realidad siempre es mejor, que después daremos la batalla por comprender qué diablos quiso decir el universo, pero mientras tanto lo que es es lo mejor que puede ser. Y patalear hacia arriba, para salir a flote. Hoy no siento que yo no… un poco sí, todo lo húmedo se relame en las múltiples heridas. Ser conciente. Tengo tantos deseos de llorarme, de dejarme caer. SÍ, señores, miro el borde, lo estuve viendo desde el principio, y tengo tantas ganas de dejarme caer. Nosotros los sin miedo, que bailamos alegres al borde del abismo, nos ofrecemos para saltar, para hacernos pomada contra el suelo, reviviremos como el ave fénix, cada vez más fortalecidos, por eso queremos hacernos bolsa de ceniza, para fortalecernos, no conocemos otra forma de crecer más que los golpes. ¡Tanto nos golpearon siempre! Es por esto mismo que tus caricias y besos me resultaron siempre más de lo que podía llegar a comprender, y, maldita sea la tendencia religiosa, a endiosar lo misterioso. Sí, yo te he endiosado. Admitir que te deseo, profanar los espacios entre nosotros, para hacerlos asibles. Me dije que .... me insistí... te volví carne, te deberé volver carne, para poder tocarte, para tocarte sin suspiros, sin andar por ahí produciendo ángeles. para tocarte como quien toca, con ganas de absorber, de morder, de pellizcar, de oler. Y admitir los celos. Escribir para que vos no leas, y lean otros, debo dejar estos juegos. Debo salir del laberinto, debo animarme a vivir la vida, como la vivo jugando otros juegos que son difíciles y peligrosos. Voy a buscar ese libro, el que regalé dos veces, voy a admitirme en la trama, en las uniones... voy a ver, voy ver... para expropiarte de mí, para recuperarme. De tantos lugares debo recuperarme! Es que soy trozos de lo que podría llegar a ser. Sentarme, despacito, sentarme, balancear suavemente las piernas en el vacío, e ir pegando con delicadeza cada pieza, las que junté hasta el momento. Eso, y admitir que se quieren cosas contradictorias, y que lo bueno de eso es que cuando el fracaso arribe, cuando se sepa que una de esas no se puede, será igualmente un triunfo, valga la contradicción.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Vivo con vértigo. Leer y saber que es lo mismo. El borde, la posible caída La caída anterior El dolor de espaldas. Pero este vértigo es distinto Pero este vértigo es distinto. Es igual, porque me tira. Es distinto, porque voy a poder volar Porque vuelo. Vivo con vértigo Y es como “bailar al borde del abismo” Vivo con vértigo, me vierto, me vierto, Yo soy mi propia vertiente, y nada de esto tiene sentido. Salvo seguir, luchar, romper, gritar. Y aquello de que las señoritas no gritan Aquí gritamos todos. Yo grito, y no me importa nada si eso me impide ser señorita. Me hice señorita hace rato Me hago señorita todo el tiempo No suelo usar pollera cuando quiero estar cómoda A veces quiero estar incómoda, Para ver cómo se siente Y otras veces ando desnuda Al final, quién diría Mirarme de reojo y gustarme Hay días que todo cuesta Hay días de peso supremo Pero el vértigo, todo es tan leve cuando el precipicio fue aceptado Todo es tal leve, cuando caer es una consigna que sabe a viejo Todo es tan leve, cuando se quiere volar Entonces voy a pedalear en el aire, Voy a mover bajo mi cuerpo esa masa informe Voy a mover todo lo que sea necesario Voy a, voy a… y si no puedo Pues caeré…. Ya he caído antes y aún así se sobrevive.

sábado, 27 de agosto de 2011

Hay algo con la lluvia, ya lo he dicho miles de veces, millones de veces. He de repetirlo no hasta el cansancio sino hasta llegar a lo más cercano a una cabal comprensión, lo más cercano porque nada se comprende por completo, siempre está aquello misterioso, que según el día es temible, horrendo,o lo más atractivo... Misterium Tremendum, la experiencia de lo numinoso... pero también Fascinans... Maldito Otto, tenés mucha razón (y me permití un divague intelectualoide, perdón) El error es pensar que aquello tremendo y fascinante tiene que ver exclusivamente con lo religioso, tiene más bien que ver con lo perceptivo... digo yo, siento yo, hoy, que vuelvo a pensar a necesitar hablar de la lluvia, aún sabiendo que no podré decir todo, y que aquello que no pueda decir, aquello innombrable, porque de ser nombrado perderá su esencia si existe tal cosa con algo intangible, aquello innombrable es lo importante, lo único, lo verdadero... Y me acerco, como siempre, girando a eso intangible, tentada estoy a abandonar el lenguaje, tentada e imposibilitada al mismo tiempo, como quien desea arrojarse al vacío pero previamente se ató la cintura a un mástil. El viento en mi cara es tan dulce, el vértigo mentiroso... no caeré no caeré... Hay algo con la lluvia. Fue hermoso tomar mate mirando llover, escuchando un disco, cualquiera, miles de veces, también hasta el hartazgo, como quien habla de la lluvia. Y decir disco es una elección poética, porque cd, porque tecnología que pierde poesía. La lluvia es la misma, hermosa, pálida. Puedo estar en cualquier tiempo, viendo llover, puedo ser yo, o cualquier persona, viendo llover. Puedo mojarme si quiero, si saco mi mano por la ventana, y será una lluvia igual o similar a tantas otras... La permanencia y el movimiento. Constante, una metáfora casi perfecta... Lo efímero y lo perenne. Lo que queda es el concepto, y la percepción del mismo... pero sobre todo esta cosa ambigua y maravillosa, bendición y castigo, posibilidad e impedimento... quisiera ejemplificar cada dicotomía pero perdería la magia, podría contextualizar mi percepción de la lluvia esta mismísima mañana, con las tareas y los permisos, pero sería traicionar el pacto secreto que alguien hizo por mí, y yo acepto... como acepto esta lluvia frente a la que no puedo hacer nada, ni cruces de sal ni postraciones, la lluvia cesará cuando ella lo desee. Y la imposibilidad completa es terrible y maravillosa. Ahí estás lluvia, con toda tu magnificencia, y sos apenas una llovizna, y de golpe una tormenta, yo puedo admirarte, mirarte, hundirme en vos, más no puedo dirigirte. Puedo cambiar mi conducta, puedo dirigirme, y aceptar las limitaciones que me imponés, puedo escaparme, puedo elegir correr el riesgo de agarrarme una bronquitis aguda y correr desnuda, o quedarme mirando hasta que ceses tu discurso largo e inverosímil. Antes de tu llegada, ese techo oscuro que se nos abalanza... luego el piso húmedo, como una sábana helada... luego los sonidos aturdidos de los que ya he hablado... y mientras, esta sensación que aún a pesar de explicar algunas de tus múltiples aristas no puedo ponerla en palabras... esta sensación que se parece a un té con leche después de la escuela cuando tenía seis o siete años... esta sensación que se parece a los rompecabezas o los baños de vapor cantando la marinerita cuando atacaban los broncoespasmos... esta sensación que se parece a un beso, pero también a la falta del mismo.... Esta sensación que se parece sobre todo a las ganas de un abrazo, pero también a las ganas de correr, saltar y girar en mi propio eje hasta marearme. Hay algo con la lluvia, hay un tango hermoso, que me recuerda a mi abuelo... de forma indirecta, porque en realidad me recuerda a la construcción que hice de él. Hay unas vidrieras con pollos y ropa girando, y también hay porotos en envases plásticos. Hay un juego de inundados sobre el sillón. Hay madre que juega. Hay algo con la lluvia y de nada sirve la enumeración... hay algo de soledad (sin aclarar si esto es algo positivo o negativo porque más bien creo que es ambas cosas). La próxima vez que llueva, te invito a casa, así entre los dos quizá se nos ocurre alguna forma de acercarnos a esta sensación, y produzcamos conocimiento... eso o bien simplemente miremos cómo llueve.

viernes, 26 de agosto de 2011

Pegote y mono... hipo y contractura

Me propongo escribir entrecortado, como con hipo. Daré rienda suelta a la primera idea, para que no se escape... oh contradicción dulcísima! El mono en la espalda... That Monkey on your back... Una canción de Pulp. Pero miedo no tengo. Tengo un mono, que me jode, mucho, pero miedo no tengo. Sigue la canción de Pulp. Cuando encuentres aquello que te falta... That thing you lack... no me falta, bueno sí me faltan muchas cosas, pero lo más importante aquí y molesto es que me sobra un mono. Con el dedo pegoteado de mermelada no se puede escribir... pausa hípica. ...................................................................... Aguantarse, aguantarse... y hacer todo de golpe... es un arte. Y todo es placentero y doloroso al mismo tiempo. A veces es una imposición del medio, a veces una elección personal, pero siempre implica sensaciones tan diversas... estoy hablando claro de las ganas de hacer pis... y la tecla con mermelada sigue interrumpiendo el curso correcto de las letrsasas. ........................................................................ El cuidado personal, el aseo personal, algo de belleza, una belleza que se construye, que se arma, cotidianamente, con poquito, pero tan efímera, basta solo el peso del día, el paso del día, para que las ojeras naturales se vuelvan tan rebeldes que atraviesen cualquier maquillaje, y la sonrisa dibujada, se caiga simplemente, aunque no use pintalabios. Me aseo igual, limpita, nunca estoy peinada del todo, nunca lo estuve. Dejo que el viento me despeine, ocultando en realidad la imposibilidad de evitarlo. Parezco natural, cierto, pero también es cierto que no puedo hacer otra cosa, será que tengo una naturaleza muy fuerte, como una cuota de animalidad... ahora pienso que este mono en la espalda también debe andar en otros lados de mi cuerpo... Y la tecla sigue pegajosa. ........................................................................ La tecla no está más pegoteada, de tanto tocar y tocar, lo sucio se va. Es como el tiempo que pasa por encima, pero hoy no quiero hablar del tiempo, aunque debiera admitir que de golpe estoy apurada, cuando no quería estarlo, lo que pasa es que me dediqué a otros menesteres, y el mono sigue ahí, un poco confundido, porque hice tantas cosas que se mareó. De todos modos, el mono, sigue pesando lo mismo, a pesar de las vueltas y de las fuerzas centrífugas, o centrípetas, nunca recuerdo bien cuál es cual... será por eso que el mono se queda. Yo, por otro lado, me voy.

miércoles, 1 de junio de 2011

Tres minutos y un río.

En tres minutos cuento algo. Y pienso en mí, obvio, porque es más fácil y directo que pensar en otros… por las cosas que voy viviendo, no porque haya sido así siempre. Acá hay bocinas, y sueño, mucho, pero estoy tan de pie, aunque no se crea, porque es bien difícil teclear cuando se está parada. Basta de huevadas, cuando estaba en el colectivo me quedé dormida, y no soñé con vos porque hoy por hoy ese vos se difuminó, no existe. Voy disfrutando del cuerpo en sus múltiples dimensiones, a veces soy sólo cuerpo, soy mi cuerpo y juego, y percibo, y vivo. Soy la percepción misma de las múltiples sensaciones que despiertan en mi piel los otros cuerpos. Ay, como si fueran tantos, no, soy más bien una analista prolija, no son todos a la vez ni tan seguidos, de vez en cuando, como un ejercicio hermoso que mantiene en tensión mi piel, mi percepción, mi epidémica, jaaaaaaaaaaa, quise decir epidérmica y dije epidémica percepción. Pensemos entonces, qué sería una percepción epidémica, no se refiere para nada a una epidemia de percepción, sino más bien a una especie de percepción panóptica, omnipresente, que se expande como una masa amorfa, como una plaga, como una epidemia. Y la percepción se expande, se ejercita, y percibo mi cuerpo desde dentro y desde fuera, lo voy aprendiendo a percibir disfrutándolo cuando lo muevo, cuando lo rozo, cuando lo fricciono, cuando lo dejo en reposo, cuando lo tensiono, cuando lo expongo, cuando dejo que haga lo que vaya queriendo. Pero ahí siempre también el análisis, este bendito análisis que toma un acto fallido y lo desgrana, pero también ahora, por suerte, el otro análisis, que es perceptivo per sé, que percibe, y vislumbra el curso que debe tomar el asunto y simplemente se deja llevar, porque sabe de antemano de debe hacerlo así, que es el imperativo del momento, hermoso imperativo que anda derribando puertas con patadas voladoras. Bien sé que la voladora no es la patada sino yo misma, y que cuando se acabe el cielo he de caer, he de chocar, pero mientras tanto, mientras tanto… No puedo creer que halla tanto más arriba, tanto más cielo, tanta más claridad, y casi me ciego y me confundo, y dejo de ser, pero al mismo tiempo soy más que nunca. Pierdo mis contornos, en tanto límites, porque soy un poquito ilimitada, porque me desbordo y es maravilloso. Y aún así, difuminada, diseminada, me siento más yo que nunca. El muñeco de sal, el muñeco de sal, y el mar es la vida, no solo La Vida, esa que se impone más allá, sino también, también, ésta, que está acá, y puedo andar, hacia delante chapoteando penosamente, hundiéndome y temiendo, Mujer de poca fe, o puedo por el contrario hundirme más y bucear sin dificultades, y saltar como un delfín y volar bien alto, o hacer la plancha y dejarme llevar, como a upa, como a upa, y dejarme llevar, y saber bien claro que aunque no vaya mirando el camino, no pierdo la dirección, porque el curso del río y mis brazos me guían, pero sobre todo el río, el río…. Y yo, Mujer del río, voy ahí flotando/volando… Y ahora sí creo que pasaron más de tres minutos.

lunes, 23 de mayo de 2011

Me iba a arrepentir luego, dentro de unas horas, de no dormir, de que fuera tan tarde. Peor sería irse a dormir con ganas de largar la angustia en palabras. Las palabras no escritas se transforman en sueños, y del sueño a la angustia hecha carne hay solo un despertador de por medio. Se acerca ahí nomás, como siempre, pesada y predecible. ¡Cuánto desearía no saber, no saber! Hay días que se busca lo elaborado lo complejo, como un intento estúpido de llegar por el camino más complicado a la blanca simpleza. Como si fuera posible, bah, posible es, pero no deja de ser estúpido, atravesar esta nube de smog y salir impecable. Se cree, por debajo siempre el supuesto, que salir de la nube es más decoroso que nunca haberse metido. Se cree eso en realidad para justificar que no hay otra más que meterse, porque ahí está adelante de las narices, y por más que una se incline hacia atrás, no es contorsionista, y si me sigo inclinando me caigo, y mejor tomar aire y meterse de golpe. Es difícil correr con las manos puestas adelante, para no golpearse con nada. Lo mejor quizá sea ir tranquila, hasta donde se pueda, y si la asfixia, bueno, respirar un poco el aire contaminado. Ya habrá tiempo luego para que se recuperen los pulmones. Lo mejor será no perder la calma, ir siendo llevada, con cautela, con paz y armonía. Al paso que le imprima ese continuo fluir, que a veces es agitado y otras veces es la inmovilidad. Inercia. Inercia... Qué increible cuando comprendí, en un mismo momento sublime, que inercia no es un andar pesado y denso, sino que es la continuación del movimiento tal como esté. En suma velocidad o en completa inmovilidad. Es fluir, continuar. También fue revelador entender que detenerse no es dejar de andar, sino poner una fuerza opuesta, que hay que hacer fuerza para detener un movimiento, que la resistencia es una fuerza. Y que a veces es más fácil fluir, pero a veces es más fácil quedarse atrás... que no depende de uno lo que es más sencillo, sino del contexto general. Y aún así sigue ahí el supuesto subyacente de que sea cual sea el movimiento inicial, el contexto general, será más valeroso aquello que lo contradiga, aquello que implique la fuerza, nadar contra corriente, o meterse en la nube. Pero ahí está la pesadez, la densidad, esa sopa tibia que se derrama por los hombros, y todo empieza a dar un poco de asco, y todo es tan previsible que sería mejor, limpiar el aire, apagar la proyección, volver a barajar, patear el tablero. Pero el supuesto subyacente... subyace, y excavar hacia lo que subyace, para eliminarlo, bueno, eso también sería moverse.

martes, 17 de mayo de 2011

Ahí vas... Con tu paquetito de ambiciones personales. Con tus altísimos y pesados ideales. Con un sueño atragantado con olor a naftalina. Ahí vas... Con tus amores fugaces Con tus amantes truncos Con tus abrazos de espuma. Ahi vas... Con tus palabritas esdrújulas. Con tus libros parlantes. Con tus frases de ocasión. Ahí vas... Con tu sonrisa indadjetivada. Con tu distancia demasiada. Con tu vaivén vaivén vaivén. Ahí vas... Con tu pasado punzante. Con tu presente vertiginoso. Con tu futuro de vapor. Ahí vas... Con tu carcajada de lágrimas. Con tu caricia diplomada. Con tu silencio estruendoso. Ahí vas... Con tus contradicciones. Con tus certezas. Con tus dudas. Ahí vas... Ahí vas... Sólo Dios sabe a dónde. Y Dios quiera que el camino pase por mí.
Aunque no sea tiempo Aunque no haya tiempo Aunque el tiempo haya pasado, tanto, tan denso o fugaz con ese abanico inmenso de posibilidades de texturas diferentes que puede asumir cuando pasa cuando queda cuando vuelve cuando falta, y aún es textura Aunque tantos tiempos la palabra y el cuerpo Y el cuerpo ahí, como chiquito y el cuerpo ahí, como acurrucado y el cuerpo que dice y es dicho y la palabra en el cuerpo es casi una paradoja pero se posa igual porque es tan abrumadora la tentación de posarse, de dormir, de volverse raiz Te quise a mi lado tantas siestas te deseé con ese pedazo de tubo gástric o que está entre el esófago y el estómago ahí donde nace el hipo te lloré, te busqué, tanto tiempo que ahora... que ahora... Todo me sabe a viejo porque yo me fui tantas veces y ya no te espero y fue hermoso, es hermoso vivir corriendo por la cornisa no hay espacio más que para mí Aún necesito aire quizá luego, luego quizá alguna vez entre y me prepare un té y te invite y no vengas o quizá sí quién sabe ahora sigo tomando aire ahora ya no miro hacia abajo tampoco hacia arriba ahora creo que estoy sentada con los ojos cerrados ahora respiro y el aire frío en los pómulos, en las manos en los bordes de la nariz... Todo fue tan efímero todo lo es siempre y yo que siempre ansié que todo pase los finales el después y yo que no entiendo cómo atravesar el tiempo cuando tiene gusto a sopa cuando tiene olor a ropa amontonada cuando ... ¿cuándo? Y todo grita es ahora. Y yo no puedo dejar de oírlo pero me quedo un rato más porque aún no entiendo porque incluso hasta que entienda o decida puedo hacerme la sorda.

miércoles, 30 de marzo de 2011

sensaciones

Un cuerpo ------------el cuerpo Y las vértebras así, como compactas Y estar compacta es la expresión correcta.... aunque yo pensé primero chiquita, reducida, apretada.... Quien está compacto recibió golpes, muchos, y se hace duro, por compresión... y la n que falta ahí en el medio cambia todo el sentido, todo... Para resistir, compactarse. Como si en la cabeza hubiera habido tanto peso, que se aprietan las vértebras, que el camino al piso se hace corto, para no caer de golpe, pero sobre todo para no caer, porque se es fuerte, y compacta. Pero entonces giro. Giro. Mi mano no pudo llegar donde se lo proponía, nunca puede, la mano que no pide, que no acaricia, que no pega, que no puede, no tanto como podría, no tanto como debiera, no tanto, nunca tanto, siempre un poco, demasiado poco, demasiado nada. Llora el cuerpo, ahora abierto, ahora cerrado. Como eso de la caparazón, Como eso de estar cerrado, Y hacia adentro las pinzas, Y hacia adentro las uñas, Y hacia adentro todo sangra, siempre, y es como si no importara, porque es hacia adentro. Es de golpe una sorpresa, siempre es de golpe una sorpresa, sentirse tan cómoda, y casi que da ganas de llorar, de llorarse, porque es tan breve el momento, porque es tan súbito, tan de sorpresa, que se estima que no podrá reconstruirse. Y ahí volverá ese poco aire, ese pecho comprimido, y ahora inundado de lágrimas. Y ahora tan solo, y siempre tan solo, y siempre tan solo. Desearía desenrollarme, animarme y desenrollarme, despacito, sin arrebatos, sin aplastar a nadie, y sobre todo, sin que nadie me aplaste. Desearía no tener miedo, y desenrollarme, y rodar y rodar, y girar y girar, y no marearme, y respirar hasta inflar el pecho y salir volando, como un globo, como un globo rojo y lleno de helio.

martes, 29 de marzo de 2011

Este espacio fue mío tanto tiempo que lo vi cambiar, mutar. Y así yo en espejo, también él fue testigo de mis tantas mutaciones. Fue mi espacio, de a poco, de a poco. Tan de a poco que aún hoy me resulta un poco ajeno. Pero es normal, si algo en verdad puede serlo... todo me resulta siempre un poco ajeno. Hasta que lo dejo, y entonces, entonces... entonces me apropio del espacio recordado. Es como si yo solo fuera capaz de apropiarme en la nostalgia, en lo que no es, poruqe dejó de ser, auqneu tímidamente intuyo que también no es porque no fue nunca. Por eso se me mueren las plantas. No sé qué hacer con las raíces. Y las muevo, y me muevo. Y muero, y tanta cosa muere, y tanta otra nace. Pero ahí la nostalgia. Llevarme a mí, como un espacio que recién ahora comienzo a ocupar. Y es mucho más difícil de lo que suponía. Quisiera escribir poesía, separarme del concepto (como si eso fuera la poesía) pero deslizarme, pero deslizarme... Y acá estoy, aferrada, agarrada, con las manos en la espalda, para que nadie sepa, que no quiero soltarme, que tengo vértigo, y aún así, de cara al vacío. El viento pega fuerte y los golpes no son caricias. No son caricias. ¡Cómo cuesta escribir lo que se debe! Hay en mí ese ser que ya dio el salto, que va volando y también este otro ser, que aferrado me mira cómo voy volando, y me envidia, y llora un poco. Y el ser que va volando cuando mira hacia atrás (ambos miran hacia atrás) siente pena y desearía volver para acariciarme la frente, la mente, y sentarse a mi lado, y decirme que no vale la pena. Pero no puede, porque sí vale la pena y porque vollar o caer o saltar o vivir es hacia adelante, hacia arriba, o abajo, pero nunca hacia atrás. La otra, el otro ser, podría caer hacia atrás, cerrar los ojos y dejarse atrapar por el vacío. Pero para eso sería necesario soltarse. Y lo que es más difícil aún, girar y mirar de frente todo lo que añora. Es cierto, siempre podría cerrar los ojos, pero girar con los ojos cerrados le haría perder el equilibrio y eso es lo que más teme. Necesario es admitirlo.

domingo, 16 de enero de 2011

A punto

Siempre, antes de algo, en la víspera, hay como una sensación de nostalgia en el aire. Este viento, casi frío… porque es un pasaje. La víspera es el último momento de algo, el último momento inmediato, y hay como una nostalgia anticipada, que se instala en ese aroma amargo. Hay claro, como ganas de llorar un poco, aunque la espera sea alegre, y también hay ganas de no dormir, y aprovechar el tiempo, todo el tiempo. Como la noche buena, antes de que vengan Papá Noel, aunque se lo espere desesperadamente hay como una obstinación que se niega a renunciar a la espera, que se opone al cambio de estado. Admitámoslo, hay miedo, de perder. Cuando todo se puede ganar, hay mucho miedo de perder lo que ya se tiene, aunque sea poco, aunque no sea nada, aunque se desee con muchísimas más ansias aquello que se puede conseguir, o quizá el miedo sea lisa y llanamente a que aquello que se anhela no tenga nada que ver con lo que se anhela en sí. Es decir, entonces, esta suerte de nostalgia anticipada, sería como un halo misterioso que recubre los anhelos, que intenta evitar frustraciones, porque les teme. Es decir, también, que hay algo de anhelo en la nostalgia, y por supuesto, viceversa. En definitiva, hay que animarse, y dormir, y dar ese salto, y que llegue el día, el que sea, y dejar que pase. Las mariposas en la panza pueden ser redundantes y reiterativas, pero por sobre todo son pasajeras. Y son tan similares al miedo y las ganas. No dicen por ahí aquello de los sueños de persecuciones Sir Freud. Sí, sí, ya sé, debiera haber terminado este texto en el párrafo anterior, que sonaba tan cerradito, circular, prolijo, rioplatense… Pero esta misma obstinación de víspera, me hace buscar posibles finales, demorar el final, aunque se sepan todos los finales meramente temporales, eso y un poco de superstición, pero sobre todo, creo yo, la terrible impronta de los libros infantiles de Elige tu propia aventura… no, ya es tiempo de asumir que aquello de elige y tu aventura, era bastante limitado (por no decir mentiroso) porque eran dos opciones, tres a lo sumo, y definidas de antemano por el autor o autora, casi siempre desconocido para el lector infantil, que como yo anhelaba, una y otra vez, encontrarse con un recoveco nuevo, con una página pegada que permitiera un otro camino, un pasaje a lo insólito.. y las gruesas páginas de carrón abonaban esta fantasía. Y acá la claudicación, porque pasar del anhelo a la fantasía es admitir que ya se sabía, pero igual, pero igual… qué lindo imaginar que pudiera ser distinto. Eso, y empezar a escribir una misma, las historias que se quieran.

miércoles, 12 de enero de 2011

Fue un lento recuperarme, tomarme, ocuparme... Se trabajó primero, como se debe, en el plano material. Primero hay que evaluar y direccionar las fuerzas productivas... me organicé y empecé la lucha, contra mis propios fantasmas. Me convertí en una plastilina multicolor, para poder modelarme, y recuperé mi nombre, oculto detrás de tanta ficción y narrativa hermosa pero ajena. Me desprendí incluso de los libros que sostenían las ficciones, un desprendimiento mentiroso, pero ritual. Me desnudé, me enfrenté como de costumbre a las verdades, pero esta vez las abracé, algunas me resultaron espinosas y aún me dan miedo, pero muchas de ellas están tan adentro, y afuera, las puedo mostrar como tarjetas, porque las plastifiqué, luego de entenderlas. No, no son mis credenciales en el mundo, no debo presentarme por mi dolor, soy mucho más que eso, mi dolor es una circunstancia, un estado, no mi esencia, mi esencia, uff, no sé qué es, pero si lo supiera no sería realmente mi esencia, porque lo esencial es esencialmente inasible, ergo... Brillar, lo dicen todos, brillar... hoy lo escuché de lugares tan inverosímiles, tan disímiles... brillar como una cosa distinta, una acción diferente a abrir las persianas y ver el sol... brillar yo... y que la oscuridad se esconda, desaparezca... Es posible. A veces la luz quema, quema adentro y es hermoso, porque grita por salir, pero a veces también quema en las manos, y queremos dejarla caer, o meternos en la bañera de golpe... pero el error es ese, sostener la luz con las manos, si la luz está para salirse por todos los poros, por los ojos, la boca, los oídos, la luz ruega escaparse, quema si quiero tocarla, en vez de dejarla ser... como yo... esa esencia inasible... como vos, como todos... no soy especial, pero soy yo, y soy única, como vos, como todos, pero yo soy yo. Y parece tan básico, pero al mismo tiempo tan difícil de entender, no puedo ponerle una imagen a ese concepto, pondría mi foto, pero ¿cuál? si mi imagen cambia, tanto ha cambiado.... pero debiera poner mi foto en ese concepto... siempre pensé que un ojo mío me sintetiza, porque tengo algo con los ojos, y porque no cambian nada con el paso del tiempo, siguen ahí, casi inmutables, definitivemente inasibles, y aquello de que lo esencial es invisible a los ojos... bueno, pues no estoy de acuerdo... lo esencial son los ojos, mis ojos... que ven, que me ven, que lloran y ríen, que permanecen y parpadean, que también deciden cuándo cerrarse y dormir, pero sobre todo que sintetizan ese adentro y afuera... lo esencial son los ojos. Y aún me falta tanto por mirar, sobre todo de mí misma... aún no compré un espejo... esa es una tarea casi urgente. Ya trabajé sobre la materialidad, ahora hay que trabajar la imagen, ese holograma íntimo y apelmazado... ahora hay que pintar el fantasma del color que yo quiera mirarlo.