miércoles, 30 de marzo de 2011

sensaciones

Un cuerpo ------------el cuerpo Y las vértebras así, como compactas Y estar compacta es la expresión correcta.... aunque yo pensé primero chiquita, reducida, apretada.... Quien está compacto recibió golpes, muchos, y se hace duro, por compresión... y la n que falta ahí en el medio cambia todo el sentido, todo... Para resistir, compactarse. Como si en la cabeza hubiera habido tanto peso, que se aprietan las vértebras, que el camino al piso se hace corto, para no caer de golpe, pero sobre todo para no caer, porque se es fuerte, y compacta. Pero entonces giro. Giro. Mi mano no pudo llegar donde se lo proponía, nunca puede, la mano que no pide, que no acaricia, que no pega, que no puede, no tanto como podría, no tanto como debiera, no tanto, nunca tanto, siempre un poco, demasiado poco, demasiado nada. Llora el cuerpo, ahora abierto, ahora cerrado. Como eso de la caparazón, Como eso de estar cerrado, Y hacia adentro las pinzas, Y hacia adentro las uñas, Y hacia adentro todo sangra, siempre, y es como si no importara, porque es hacia adentro. Es de golpe una sorpresa, siempre es de golpe una sorpresa, sentirse tan cómoda, y casi que da ganas de llorar, de llorarse, porque es tan breve el momento, porque es tan súbito, tan de sorpresa, que se estima que no podrá reconstruirse. Y ahí volverá ese poco aire, ese pecho comprimido, y ahora inundado de lágrimas. Y ahora tan solo, y siempre tan solo, y siempre tan solo. Desearía desenrollarme, animarme y desenrollarme, despacito, sin arrebatos, sin aplastar a nadie, y sobre todo, sin que nadie me aplaste. Desearía no tener miedo, y desenrollarme, y rodar y rodar, y girar y girar, y no marearme, y respirar hasta inflar el pecho y salir volando, como un globo, como un globo rojo y lleno de helio.

martes, 29 de marzo de 2011

Este espacio fue mío tanto tiempo que lo vi cambiar, mutar. Y así yo en espejo, también él fue testigo de mis tantas mutaciones. Fue mi espacio, de a poco, de a poco. Tan de a poco que aún hoy me resulta un poco ajeno. Pero es normal, si algo en verdad puede serlo... todo me resulta siempre un poco ajeno. Hasta que lo dejo, y entonces, entonces... entonces me apropio del espacio recordado. Es como si yo solo fuera capaz de apropiarme en la nostalgia, en lo que no es, poruqe dejó de ser, auqneu tímidamente intuyo que también no es porque no fue nunca. Por eso se me mueren las plantas. No sé qué hacer con las raíces. Y las muevo, y me muevo. Y muero, y tanta cosa muere, y tanta otra nace. Pero ahí la nostalgia. Llevarme a mí, como un espacio que recién ahora comienzo a ocupar. Y es mucho más difícil de lo que suponía. Quisiera escribir poesía, separarme del concepto (como si eso fuera la poesía) pero deslizarme, pero deslizarme... Y acá estoy, aferrada, agarrada, con las manos en la espalda, para que nadie sepa, que no quiero soltarme, que tengo vértigo, y aún así, de cara al vacío. El viento pega fuerte y los golpes no son caricias. No son caricias. ¡Cómo cuesta escribir lo que se debe! Hay en mí ese ser que ya dio el salto, que va volando y también este otro ser, que aferrado me mira cómo voy volando, y me envidia, y llora un poco. Y el ser que va volando cuando mira hacia atrás (ambos miran hacia atrás) siente pena y desearía volver para acariciarme la frente, la mente, y sentarse a mi lado, y decirme que no vale la pena. Pero no puede, porque sí vale la pena y porque vollar o caer o saltar o vivir es hacia adelante, hacia arriba, o abajo, pero nunca hacia atrás. La otra, el otro ser, podría caer hacia atrás, cerrar los ojos y dejarse atrapar por el vacío. Pero para eso sería necesario soltarse. Y lo que es más difícil aún, girar y mirar de frente todo lo que añora. Es cierto, siempre podría cerrar los ojos, pero girar con los ojos cerrados le haría perder el equilibrio y eso es lo que más teme. Necesario es admitirlo.