domingo, 16 de enero de 2011
A punto
Siempre, antes de algo, en la víspera, hay como una sensación de nostalgia en el aire. Este viento, casi frío… porque es un pasaje. La víspera es el último momento de algo, el último momento inmediato, y hay como una nostalgia anticipada, que se instala en ese aroma amargo. Hay claro, como ganas de llorar un poco, aunque la espera sea alegre, y también hay ganas de no dormir, y aprovechar el tiempo, todo el tiempo.
Como la noche buena, antes de que vengan Papá Noel, aunque se lo espere desesperadamente hay como una obstinación que se niega a renunciar a la espera, que se opone al cambio de estado. Admitámoslo, hay miedo, de perder. Cuando todo se puede ganar, hay mucho miedo de perder lo que ya se tiene, aunque sea poco, aunque no sea nada, aunque se desee con muchísimas más ansias aquello que se puede conseguir, o quizá el miedo sea lisa y llanamente a que aquello que se anhela no tenga nada que ver con lo que se anhela en sí. Es decir, entonces, esta suerte de nostalgia anticipada, sería como un halo misterioso que recubre los anhelos, que intenta evitar frustraciones, porque les teme. Es decir, también, que hay algo de anhelo en la nostalgia, y por supuesto, viceversa.
En definitiva, hay que animarse, y dormir, y dar ese salto, y que llegue el día, el que sea, y dejar que pase. Las mariposas en la panza pueden ser redundantes y reiterativas, pero por sobre todo son pasajeras. Y son tan similares al miedo y las ganas. No dicen por ahí aquello de los sueños de persecuciones Sir Freud. Sí, sí, ya sé, debiera haber terminado este texto en el párrafo anterior, que sonaba tan cerradito, circular, prolijo, rioplatense… Pero esta misma obstinación de víspera, me hace buscar posibles finales, demorar el final, aunque se sepan todos los finales meramente temporales, eso y un poco de superstición, pero sobre todo, creo yo, la terrible impronta de los libros infantiles de Elige tu propia aventura… no, ya es tiempo de asumir que aquello de elige y tu aventura, era bastante limitado (por no decir mentiroso) porque eran dos opciones, tres a lo sumo, y definidas de antemano por el autor o autora, casi siempre desconocido para el lector infantil, que como yo anhelaba, una y otra vez, encontrarse con un recoveco nuevo, con una página pegada que permitiera un otro camino, un pasaje a lo insólito.. y las gruesas páginas de carrón abonaban esta fantasía. Y acá la claudicación, porque pasar del anhelo a la fantasía es admitir que ya se sabía, pero igual, pero igual… qué lindo imaginar que pudiera ser distinto. Eso, y empezar a escribir una misma, las historias que se quieran.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario