lunes, 23 de mayo de 2011

Me iba a arrepentir luego, dentro de unas horas, de no dormir, de que fuera tan tarde. Peor sería irse a dormir con ganas de largar la angustia en palabras. Las palabras no escritas se transforman en sueños, y del sueño a la angustia hecha carne hay solo un despertador de por medio. Se acerca ahí nomás, como siempre, pesada y predecible. ¡Cuánto desearía no saber, no saber! Hay días que se busca lo elaborado lo complejo, como un intento estúpido de llegar por el camino más complicado a la blanca simpleza. Como si fuera posible, bah, posible es, pero no deja de ser estúpido, atravesar esta nube de smog y salir impecable. Se cree, por debajo siempre el supuesto, que salir de la nube es más decoroso que nunca haberse metido. Se cree eso en realidad para justificar que no hay otra más que meterse, porque ahí está adelante de las narices, y por más que una se incline hacia atrás, no es contorsionista, y si me sigo inclinando me caigo, y mejor tomar aire y meterse de golpe. Es difícil correr con las manos puestas adelante, para no golpearse con nada. Lo mejor quizá sea ir tranquila, hasta donde se pueda, y si la asfixia, bueno, respirar un poco el aire contaminado. Ya habrá tiempo luego para que se recuperen los pulmones. Lo mejor será no perder la calma, ir siendo llevada, con cautela, con paz y armonía. Al paso que le imprima ese continuo fluir, que a veces es agitado y otras veces es la inmovilidad. Inercia. Inercia... Qué increible cuando comprendí, en un mismo momento sublime, que inercia no es un andar pesado y denso, sino que es la continuación del movimiento tal como esté. En suma velocidad o en completa inmovilidad. Es fluir, continuar. También fue revelador entender que detenerse no es dejar de andar, sino poner una fuerza opuesta, que hay que hacer fuerza para detener un movimiento, que la resistencia es una fuerza. Y que a veces es más fácil fluir, pero a veces es más fácil quedarse atrás... que no depende de uno lo que es más sencillo, sino del contexto general. Y aún así sigue ahí el supuesto subyacente de que sea cual sea el movimiento inicial, el contexto general, será más valeroso aquello que lo contradiga, aquello que implique la fuerza, nadar contra corriente, o meterse en la nube. Pero ahí está la pesadez, la densidad, esa sopa tibia que se derrama por los hombros, y todo empieza a dar un poco de asco, y todo es tan previsible que sería mejor, limpiar el aire, apagar la proyección, volver a barajar, patear el tablero. Pero el supuesto subyacente... subyace, y excavar hacia lo que subyace, para eliminarlo, bueno, eso también sería moverse.

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