sábado, 27 de agosto de 2011
Hay algo con la lluvia, ya lo he dicho miles de veces, millones de veces. He de repetirlo no hasta el cansancio sino hasta llegar a lo más cercano a una cabal comprensión, lo más cercano porque nada se comprende por completo, siempre está aquello misterioso, que según el día es temible, horrendo,o lo más atractivo... Misterium Tremendum, la experiencia de lo numinoso... pero también Fascinans... Maldito Otto, tenés mucha razón (y me permití un divague intelectualoide, perdón) El error es pensar que aquello tremendo y fascinante tiene que ver exclusivamente con lo religioso, tiene más bien que ver con lo perceptivo... digo yo, siento yo, hoy, que vuelvo a pensar a necesitar hablar de la lluvia, aún sabiendo que no podré decir todo, y que aquello que no pueda decir, aquello innombrable, porque de ser nombrado perderá su esencia si existe tal cosa con algo intangible, aquello innombrable es lo importante, lo único, lo verdadero...
Y me acerco, como siempre, girando a eso intangible, tentada estoy a abandonar el lenguaje, tentada e imposibilitada al mismo tiempo, como quien desea arrojarse al vacío pero previamente se ató la cintura a un mástil. El viento en mi cara es tan dulce, el vértigo mentiroso... no caeré no caeré...
Hay algo con la lluvia. Fue hermoso tomar mate mirando llover, escuchando un disco, cualquiera, miles de veces, también hasta el hartazgo, como quien habla de la lluvia. Y decir disco es una elección poética, porque cd, porque tecnología que pierde poesía. La lluvia es la misma, hermosa, pálida. Puedo estar en cualquier tiempo, viendo llover, puedo ser yo, o cualquier persona, viendo llover. Puedo mojarme si quiero, si saco mi mano por la ventana, y será una lluvia igual o similar a tantas otras...
La permanencia y el movimiento. Constante, una metáfora casi perfecta... Lo efímero y lo perenne. Lo que queda es el concepto, y la percepción del mismo... pero sobre todo esta cosa ambigua y maravillosa, bendición y castigo, posibilidad e impedimento... quisiera ejemplificar cada dicotomía pero perdería la magia, podría contextualizar mi percepción de la lluvia esta mismísima mañana, con las tareas y los permisos, pero sería traicionar el pacto secreto que alguien hizo por mí, y yo acepto... como acepto esta lluvia frente a la que no puedo hacer nada, ni cruces de sal ni postraciones, la lluvia cesará cuando ella lo desee. Y la imposibilidad completa es terrible y maravillosa. Ahí estás lluvia, con toda tu magnificencia, y sos apenas una llovizna, y de golpe una tormenta, yo puedo admirarte, mirarte, hundirme en vos, más no puedo dirigirte. Puedo cambiar mi conducta, puedo dirigirme, y aceptar las limitaciones que me imponés, puedo escaparme, puedo elegir correr el riesgo de agarrarme una bronquitis aguda y correr desnuda, o quedarme mirando hasta que ceses tu discurso largo e inverosímil.
Antes de tu llegada, ese techo oscuro que se nos abalanza... luego el piso húmedo, como una sábana helada... luego los sonidos aturdidos de los que ya he hablado... y mientras, esta sensación que aún a pesar de explicar algunas de tus múltiples aristas no puedo ponerla en palabras... esta sensación que se parece a un té con leche después de la escuela cuando tenía seis o siete años... esta sensación que se parece a los rompecabezas o los baños de vapor cantando la marinerita cuando atacaban los broncoespasmos... esta sensación que se parece a un beso, pero también a la falta del mismo.... Esta sensación que se parece sobre todo a las ganas de un abrazo, pero también a las ganas de correr, saltar y girar en mi propio eje hasta marearme.
Hay algo con la lluvia, hay un tango hermoso, que me recuerda a mi abuelo... de forma indirecta, porque en realidad me recuerda a la construcción que hice de él. Hay unas vidrieras con pollos y ropa girando, y también hay porotos en envases plásticos. Hay un juego de inundados sobre el sillón. Hay madre que juega.
Hay algo con la lluvia y de nada sirve la enumeración... hay algo de soledad (sin aclarar si esto es algo positivo o negativo porque más bien creo que es ambas cosas).
La próxima vez que llueva, te invito a casa, así entre los dos quizá se nos ocurre alguna forma de acercarnos a esta sensación, y produzcamos conocimiento... eso o bien simplemente miremos cómo llueve.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario