sábado, 5 de mayo de 2012

Crónica de sábado a la tarde

La semana se agita como un ... me falta la palabra, pongo la definición. Recipiente metálico usado por barmen y barwomen para preparar tragos. Bueno, cosas, muchas.
Duermo. Mucho, sin dormir.
Sueño con una casa con paredes blancas, con sillones blancos y enormes, con una mesa enorme y sillas negras altas, con un florero multicolor como centro de mesa, con ventanales gigantes que dan a un jardín con pileta y una pantalla que no se ve contra una de las paredes blancas en la cual se proyecta una película. La casa es mía.
En el sueño mismo siento una extrañeza, varias extrañezas. Que no sueño con casas así, entonces no puede ser mía la casa. Otra extrañeza, estoy sola. Pero no me siento sola. MMM analizarme en terapia me quitó tanta metáfora enroscada. Hace escasos renglones esperaba volcar una angustia enorme, y caí en la simple sensación de que estar sola puede estar bien. Ando girando por otros bordes de la soledad, equidistantes al centro, como siempre.
La casa era sólida e iluminada, con entradas y salidas claras, pero sólo vi el living. Amplio, sencillo, funcional, con detalles acogedores (el centro de mesa). Y sí, así quiero mi casa. Creo que es una metáfora de la familia, y el solo hecho de poner esta palabra me hizo sacarla, y volverla a poner y dudar de publicar o no este texto.
No me sentía sola. De hecho hay cosas que no voy a nombrar del sueño porque las reservo al pudor de la durmiente.

Quizá cuando vuelva a dormir pueda recorrer ese jardín, e incluso nadar en la pileta. Ahora que lo escribo, y es dudoso claro porque cuando una narra un sueño todo se confunde, creo que lo hice, recuerdo algo azul, porque la pileta estaba iluminada y las paredes eran azules. Ahí afuera había una sensación entre dulce y fría, de nostalgia.

Quisiera ver los cuartos, cuando duerma de nuevo, quisiera incluso dormir en el sueño, y ver qué sueño en esa casa. Ya sé, ya sé, la casa soy yo, y punto. Pero quisiera ver qué hay más allá, y qué hay al lado también, no hay casas solas.

Bueno, antes de dormir en un programa de tv de cable me enseñaron a estornudar durante media hora aproximadamente, y ya entredormida, una escritora presentó un libro, que ni voy a decir el título porque ahora que recuerdo toda la pretendida originalidad del sueño no es tal, porque rondaba esto de la soledad y las mujeres, y bueno, claro, bah, claro no... no sé bien por qué comenzaron a nombrar la vagina con el término casa, casita... La verdad nunca lo había escuchado, o sea, yo trato, en la medida de lo posible de nombrar las cosas por su nombre. Y cómo está la casita, la mía se ve que bien, sola, pero bien. Raro, esto me da menos pudor que decir familia.

Creo que nada más debe ser dicho sobre este tema.