Pensé en la ternura. La nombré, en una noche de esas aturdidas. Salí en su búsqueda. Y la encontré, claro. Siempre encuentro lo que busco.
Pero también fui sorprendida. Ay, no quiero escribir un cuento de Bucay. Quisiera poder salir de esta lógica intimista, de lo femeneizante.
Una noche soñé que tenía un pene, era un pene como el pene suyo, era un pene conocido. Pero era mío, funcionaba a mi antojo. Claro como no sé cómo funciona, era algo así como una especie de control remoto en mi cerebro que lo movía cual si fuera un brazo. Jugaba con mi pene entonces. Me desperté triunfante. Me sentí poderosa.
Pero busqué ternura. Acepté una ternura extraña, y algo me dio fuerte en los tobillos.
No, no tengo pene. Pero soy fuerte, muy fuerte. No quiero ternura, no de esa mentirosa, no quiero palmaditas ni perfumes en el pelo, ya tengo mi perfume, mi mismísimo olor por todo el cuerpo. Huelo bien, y me perfumo, pero el perfume que me quieren poner es diferente.
No, no he de acomodarme en corset alguno, ni siquiera uno ortopédico. Soy esta masa amorfa que se dispersa. Soy esa mirada fija, que de todo duda. Y dudo porque pienso, y pienso porque existo. Descarto lo superfluo, me hundo en lo superfluo.
El vino, el vino.
La tele hace luces, sin ningún sentido.
Y cuando leas estas líneas, no comprenderás siquiera el punto.
Yo me alegro, yo me río, yo me alabo en la súplica tempestuosa que esperó consuelo.
Ser quien soy no me hace nada más que quien soy. Y no me descubro del todo.
Mis tobillos no llegan al piso todo el tiempo, solo a veces.
Cuando duerma soñaré con mi cuerpo, el mío. Y mañana amaneceré sola, de nuevo. Recuerdo poseerme como un acto de soberanía. Recuerdo encontrarme allá bien lejos, dentro mío.
Cuando quiso que me fuera y me quedara debí dudar al instante. Y confié, estúpida, estúpida. Ahora no quiero llorar, pero me cortaría el pene que no tengo, para arrojarlo lejos, porque me vulneré, me volví indefensa, porque ...
Espero que no llueva mañana, ya que quiero correr desnuda por un parque.
Espero que no dude mañana, cuando mis pies toquen el pasto.
Y espero sobre todo no caer, no caer. Preferiría antes de que suceda eso, atender a mis alertas y recostarme de espaldas, mirando el sol que nunca logra alcanzarse pero está en todas partes, en todos tiempos. Mirándote sol, que siempre estuviste, y siempre... y siempre fuiste sol.
viernes, 29 de junio de 2012
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