sábado, 4 de julio de 2009

Entonces los infelices, esos infelices intrínsecos, idiosincráticamente infelices, se toman el arduo trabajo de reflexionar y flexionar cada situación hasta que chorree su savia pegajosa. Entonces los infelices habrán cumplido su misión, se hallarán cómodos en ese rictus de comisura labial, en ese palpitar constante de la boca del estómago que ruega que ya no se llore, para poder dormir un rato. Entonces los infelices, y esto no lo confesarán nunca, disfrutan como locos.

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