sábado, 4 de septiembre de 2010

Me miro, me gusto. Siento mi cuerpo tan hermoso que me parece que fuera de otra persona. Hay algo de alienante en esta sensación extraña de sol y sentirse bien. Como si quisiera poder salir de mí, como si saliera efectivamente de mí, solo por el placer de mirarme. No puedo sacarme de la cabeza esta sensación alegre de que en un punto no soy yo esta que me gusto, que me disfruto. Sí, sí, ya sé, esa máscara construida de depresión y obsesión, sí, sí. Pero tanto me había acostumbrado a ver esa máscara en el espejo que ahora, al mirar esta otra, porque no me voy a engañar, esto también es máscara, me parece extraña. Sobre todo extraña porque siento que está hecha a mi medida. Y sí, así de simple, escribí eso y pensé efectivamente que está hecha a mi medida porque la forjé yo, a diferencia de la otra que fue más bien un escudo por circunstancias varias, para esta máscara me tomé mi tiempo, me quedé con la otra incómoda más de lo que debía, con el único objetivo de pulir esta lo más perfecta posible. No es perfecta, yo veo las imperfecciones, pero están de este lado de la máscara, como pasaba con la otra, solo que estas no duelen tanto, no se clavan en los lugares que sobresalen de mi cara, más bien están acomodadas a mis huecos. Porque la hice yo. Y para hacerla tuve que reconocerme primero, palparme, mirarme, volverme a palpar. Revisar cada rincón, limpiar lo que sobraba, aún queda tanto por hacer... A diferencia de otras veces no quiero sentarme a descansar, porque no estoy cansada, esta máscara la hice con materiales aerodinámicos, yo sabía desde antes que quería volar. La otra máscara la tengo guardada, cada tanto la saco y la lloro, me la acerco, la huelo, siento su potente hedor húmedo, sus oscuridades, me reconozco y casi que el vacío me absorbe pero también casi que algo de este lado me retiene. Por eso quizá es que no quiero sentarme a descansar. Sonrío mucho ultimamente, también lloro, pero en proporción sonrío mucho más de lo que lloro. Tengo esta sensación de fuerza, mucha, y al mismo tiempo tantas ganas de jugar y ternura. Puedo ser de cualquier manera, siento, sé que puedo ser de cualquier manera. Si puedo yo, mover, un par de zapatones, podré yo, mover, castillos y cañones, con solo, decir, la frase que aprendí.... así decía una canción de una película que me encantaba, y me encantaba porque yo quería ser así, yo quiero ser de tantas maneras, de tantas maneras. Darte un beso y escaparme. No quiero hablar de amor, no voy a hablar de amor. De juego hablo, de que estoy contenta y quiero jugar, y te invito a jugar conmigo, pero sino juego con quien quiera jugar o juego solita. Y en el medio vamos a cambiar el mundo, vamos a lograrlo, pero sino también es un lindo juego, como la vez que llevamos arena para evitar que vengan los ladrones y tapamos las cañerías, ¡qué lío se armó! Vamos a jugar con las tizas de colores y no hagamos una rayuela, pintemos nuestros nombres y miles de nubes y cosas locas por todos lados. Después corramos a saltar descalzos sobre nuestros dibujos, y capaz que podemos entrar, como Mary Poppins, y andar por la azotea, sin caernos, sin caernos, siempre en el borde, como dice Niezstche, y nunca pensé que en una misma frase podrían aparecer estos dos personajes, pero se puede, todo se puede. Porque acá también estamos jugando, con palabras, pero jugando al fin. Que no se acabe el juego, y si se acaba, empecemos rápido otro, no sea cosa que nos aburramos. No sea cosa que nos pongamos fastidiosos y empecemos a llorar.

No hay comentarios: