jueves, 19 de marzo de 2009

barroco postmo

Tengo acá, detrás de la oreja, donde podrías encontrar una moneda vos que sos mago, un principio de angustia. Y es que hoy en día es tan difícil encontrar monedas. Creí que no, te juro, creí que eso que me picaba sería un piojo, ¿desde cuándo pica la angustia? Creí que no, te juro, incluso cuando comenzó a arder, pensé "serán sabañones", pero la cuestión es que hoy hizo treinta grados centígrados de temperatura. Creí que no, te juro, cuando me reí, cuando te abracé, cuando el tiempo, cuando.... Pero ahí estaba, irremediable, escondida, agarrapatada, sanguinaria. Digo que se trata de un principio de angustia, porque aún la siento lejana, como un silbido sostenido, o una sirena que no podría asegurarse que vaya a pasar o parar en tu domicilio, pero yo, que la sé identificar muy bien, sé que sí. La adormezco, como ahora, para callarla un rato, para que ronque, para que me haga cosquillas, con sustancias, con sustancias. Un arcoiris todo por encima de tu angustia, de la mía. Y lo folk de fondo es redundante. Pero cuando me fui de tu casa era una angustia pinchuda, llena de espinas que despacito se incrustaban en mi piel, sobre todo bajo mis uñas. Volver a casa fue una tortura, respiré despacio, todo lo que podía, porque sabía que al llegar me desmayaría del dolor. Siempre parece más tenue el dolor cuando estamos en movimiento, cuando no lo admitimos por completo. Entonces sentía, presentía, que volver era como caminar al calvario, a ese calvario tan conocido, tanto que puedo deambular a oscuras, a obscuras, sin romper ningún vaso, aunque convenga siempre llevar vasos plásticos, preferentemente esos que dicen feliz cumpleaños. Bueno, a ver si entiendo bien lo que me susurra la angustia, medio adormecida, porque quiere anunciar que va a llenar esto de arbustos, para tapar todo, para entrelazarlo de palabras y arcoiris de nuevo, y que nadie sepa por què se dijo lo que se dijo, cuando en realidad, y esto casi lo grita la muy turra, querìa decir otra cosa, literalmente, y no pudo, no pudo. Entonces, ahora se dedica a pensar en eso del final del rainbow, y del duende verde con la cesta de monedas de oro. Y será De Angeli, con un ramillete de soja. Y será Perón, listo para el abrazo. Abrazo, Abrazo. Dios, Teletubbies. Otra vez, otra vez.

No hay comentarios: