miércoles, 10 de marzo de 2010

Empezaba el año, estaba nuevecito, como recién salido del horno. Como una cachetada que te despierta, brutal pero ya, ahora, me encontré frente a mi espejo, y decidí hacer lo contrario a lo que hubiera hecho, yo, de ser yo, y no ser la del espejo. Entonces corrí, corrí, descalza, hasta que llegué donde quería e hice lo que quise como quise. Corrí descalza, corrí descalza. El año seguía nuevecito, y me metí hasta la cintura, desde la cintura, sobre la cintura, en un río sin agua, donde yo era el agua y no la que flotaba o se hundía. Yo era el río, en el río, desde el río, (¿podría decir que me río de esto?). Yo era el río sobre las rocas, y las rocas mi colchón, y mis brazos y mis piernas se extendieron y volaron. Como si aún estuviera corriendo descalza. Ahí nomás dejé mis palabras, algunas de ellas, casi al pasar, las dejé bien presentadas, bien dirigidas, pero en realidad hacía mucho que debiera haberlas dejado, bla, qué me importa, hacía mucho yo no existía, hacía mucho era la del espejo en el espejo, ahora soy la del espejo acá. No supe nada más de mis palabras, y aún así no me quedé muda. El año iba creciendo en altura y en sabiduría, yo, aún corría descalza, yo aún soy río, yo aún sin llorar, casi como un desafío. Me paseo me vuelvo felino, me arremolino, me acurruco, araño, soy un felino que es río, que es reflejo, que corre descalzo, porque sino sería el gato con botas, y gato con botas no caza ratones.

1 comentario:

Daniela Rodriguez dijo...

Felina grrrrr!
Que lindo leerte y verte asi!
Besos