martes, 21 de septiembre de 2010

Círculos

Hace mucho que siento esto, pero últimamente se intensificó la sensación, creo que ya es certeza, que ya no puedo andar dudando. Es más, creo que lo supe toda la vida, solo que ahora me animo a admitirlo, casi con alegría, casi con miedo a perderlo de nombrarlo, casi... Hace mucho que intuyo algo circular en el tiempo, insisto, es una sensación, por tanto es difícil ponerle palabras. Sin embargo quiero, necesito ponerle palabras, como siempre, para dejar constancia de ella, para fijarla, para pensarla. Quizá, es probable, lo mejor sea disfrutar o padecer las sensaciones, tal como son, pero a esta altura de mi vida no voy a andar renegando de una característica que ya podría decirse constitutiva de la persona. A esta altura de mi vida ... pensándolo como muy tarde o muy temprano, da lo mismo. De cualquier maneras no quiero dar más vueltas y deseo volver a la circularidad, Todo sucede, una y otra vez, pero siempre de forma inconclusa. Esto me ofusca un poco, yo ando tachando, cerrando puertas, pero también abriendo ventanas. Entonces, admitir que todo se sucede de forma inconclusa es arriesgarse a la manía neurótica de intentar lo imposible, el ya está. Nada está tontita, nada está nunca. Pero es cierto, y cierto es una certeza, que puede estar por ahora, es decir, que puede ser un enunciado sincero y categórico aquél que clama ya está. Pero por ahora, hay que agregar. Mañana, pasado, dentro de cinco años, vuelve. Ese dolor de espaldas, esa personita, esa alegría, ese miedo. Y está bien que así sea, o no sé, quién soy yo para definir si está bien o mal algo que es per sé. Nono, no caer en el relativismo. Hoy creo que está bien. Esto también es relativo, pero relativo a un centro de gravedad en el que me encuentro yo, parada, y si soy mi eje, todo gira entorno a mí, entonces pareciera lógico aquello que vuelve. Un amigo se conecta, de ese entorno que vuelve. Cerrando ciclos. Yo también. ¿Yo también? Yo siempre necesito abrir para cerrar. No sé si puedo explicarlo mejor, pero es así. Pondría una metáfora, hablaría de cirujía, de infección. Pero quizá tamibén puedo pensar en una de esas persianas viejas metálicas, que necesitás abrir la ventana para cerrarla. Igual esto no sé si es correcto, no puedo asegurar que esté cerrando ciclos. Más bien volviendo a vivirlos, distintos, más míos, porque me sé eje de esos círculos, cíclicos. Hermoso, hermoso todo, crezco, muchísimo. Siento una nostalgia nueva, como alegre, y voy calculando de a poco los grandes saltos que daré. Si no tengo miedo es mejor que parecer temeraria, mejor evacuar el miedo de raiz. Vuelve todo, como la canción, cuál canción, alguna canción. Y siento una urgencia hepática, congénita de gritar que todo se va ordenando, aunque sé que aún faltan millones de vueltas más, entonces es más bien como el mecanismo de una tuerca, hasta que quede completamente engarzado, y pueda soltarlo y no se caiga, y no se caiga. Hay cosas que falta poco para que no se caigan, otras que deben estar en el piso aún, y otras, que miro risueña y no sé bien cómo se sostienen. Todo es muy delirante, si se quiere, las cosas que pendulan, que van cuando uno no quiere, y vuelven cuando no se esperan,cargadas de olores de esos otros lados a los que una no llega, pero esas cosas que pendulan te traen esos lugares, y si quiero puedo subirme, y pendular con las cosas, y viajar de pronto a esos pagos, por un rato, y volver yo cargada de esos olores. Me gusta ser mujer, ahora entiendo la frase de Nacha, pero hay tantas cosas que ella no escribió en el espejo, y yo ando construyéndolas de este lado, Loca Alicia, que se pega al espejo y no se hunde, que juega y se disfraza, que se pasea, y que muta tantas veces, de este lado, de este lado. Del otro lado, todo lo que se sueña, hermoso, hermoso, horrible, horrible. De este lado todo lo que es, lo que se vive, lo que se sufre, lo que se goza, lo que se hace, lo que se hace, lo que se hace. Me quedo de este lado, me quiero de este lado, para poder escribirme en la frente palabras al revés y leerlas al derecho. Para poder escribir, en el espejo, como Nacha, esas sensaciones que no se le pueden poner palabra, pero le ponemos igual palabras, porque los tiempos televisivos son cortos, y hay que decir, hay que moverse. Y todo vuelve, en algún momento, aunque Nacha lo Evita (no pude evitar hacer el chiste, aunque no tenga sentido, porque nada tendría sentido, más que el sentido que le vamos dando a estas vueltas, a esos encuentros, a esto escrito en este paréntesis, en ese paréntesis. Y casi que es un desafío seguir escribiendo en el paréntesis, aún a riesgo de no ser leído, yo a veces no leo lo del paréntesis, porque se supone que son aclaraciones, pero quizá, quizá, la aclaración es más importante que el texto principal, y la aclaración de las vueltas sea lo esencial, o quizá no haya tal cosa esencial, y todo sea prescindible, cosa que angustia y a la vez libera, porque lo prescindible cae al suelo, a menos, claro, que esté debidamente ajustado)

domingo, 12 de septiembre de 2010

a niqui larse y exorcizar el collar rojo

Ojo, ojo, el título solo refiere de forma alusiva-elusiva, por consonancia auditiva al nombre del referente del... bah, sin vueltas, a mi noviecito de salita de tres, quizá la relación más funcional que tuve en la vida. Bueno, bueno, hemos de frenar aquí la exageración porque sino de este viaje al pasado remoto (ya pasaron casi 25 años) puede salir cualquier cosa. La cuestión es que vuelvo una y otra vez a esa situación, esa mismísima situación, y he aquí de exorcizarla, Nicky, para no volver a pensar en ella, pasar por ella, para poder la próxima no perseguir a nadie, o alcanzarlo, o que no me importe si no lo alcanzo... Claro, no se entiende nada.Paso a explicar, ¿Explico desde el presente o bien relato aquello? Estoy indecisa. Fuimos noviecitos en jardín, y vos eras el más lindo de la clase, y yo no era la más linda, ni por ventura (Y acá no estoy hablando del amigo de Rial!), era la más quilombera, eso sí, la distinta, la que no seguía las reglas, la que en un colegio inglés andaba desarrapada, despeinada, corriendo. La que en un colegio caro no tenía ni la mitad de las cosas que tenían los demás. La que estaba fuera de lugar. Y se la bancaba, como una estoica guerrera, y a cada reto urdía en su cabeza la forma de tomar revancha y movilizaba a los compañeritos sedientos de diversión para, hacer lío, lisa y llanamente, porque ante las reglas estúpidas no queda más alternativa que romperlas. ¡Qué parecida a la que soy ahora era entonces! Y vos eras el más lindo, no necesariamente el que mejor se portaba, pero sí el más lindo, y nos hicimos amigos, y después noviecitos, no me acuerdo bien qué fue primero, pero yo tenía muchos amigos varones y pocas amigas nenas, así que no era extraño que primero hayamos sido amigos. Pero después fuimos noviecitos seguro, porque de esto sí me acuerdo. Y viniste a casa una vez, y vino tu mamá también, también una vez yo fui a tu casa, pero me acuerdo bien de esa vez que viniste a casa, nuestras mamás se quedaron charlando en la cocina y nosotros nos fuimos a mi cuarto a jugar. Éramos noviecitos, y jugábamos distinto, los amigos juegan sin tanta ceremonia, nosotros al ser noviecitos, hacíamos todo con más parsimonia, con un tono casi teatral, casi que me acuerdo que con vos no era tan exagerada, tan bruta, casi que me imagino que me portaba como una señorita, por ahí estoy inventando. Pero sí me acuerdo, porque tengo pruebas, que me sorprendiste esa tarde, porque me habías traido un regalo, antes nos habíamos regalado otras cosas, juguetes propios, pero esta vez me habías traido un regalito que pensabas que tenía que ser pera mí, un collarcito rojo, de perlitas de plástico. Y no me lo diste así nomás, me cantaste una canción. Claro, el repertorio a los tres años no es tan extenso como otros noviecitos más actuales que también me cantaron canciones distintas, propias y ajenas, y también duró así de poco el amor... ay me estoy adelantando, mejor paso a paso. Me cantaste una versión extendida del payaso plin plin, o sea, inventaste para mí una letra, que no recuerdo, que en ese momento me pareció hermosa, y triste, como una mezcla de nostalgia, de lejanía, pero había un payaso, o quizá era sólo mi forma de percibir la emoción de eso que era sólo para mí. Sólo para mí... ufff, no entendí nunca eso, miráme ahora, exorcizando esto veinticinco años después, haciéndolo público. Cuestión que al otro día yo quería compartirlo con el mundo, años más tarde entendería que esto de compartir la alegría con el mundo se remite exclusivamente al plano de los descubrimientos religioso anque políticos, cuando se trata de alegrías personales mejor guardarlas, aún no puedo, aún no puedo. En fin, le conté a las nenas, claro, no tenía muchas amigas nenas, pero quería contarles a ellas, no sé por qué, ahora pienso que quizá fue esa especie de femeinización que me daba mi vínculo con vos, no sé para qué les conté si no eran mis amigas, o por ahí fue solo para darles envidia, no sé. La cosa fue que no me creyeron, y me alentaron a probarles dándote un beso, cosa que me pareció lógica y conseguible, pero vos te escapaste. Y ahí dejé de entender, y me indigné, y me puse triste, loca, caprichosa, y ya me había olvidado de que las chicas esas no eran mis amigas y de que quería darte un beso por eso, y quería darte un beso yo, yo por cuenta propia, pero vos seguiste corriendo. Y me acuerdo ahora que mamá siempre me cuenta que antes en la plaza cuando estaba en la calesita me tenía que rescatar de las mamás asustadas de los chicos a los que yo les pegaba porque no me querían dar besos, y vos en la clase no me quisiste dar un beso, y te corrí, y te corrí, y no te alcancé. Y me cansé, porque me dio vergüenza, mucha, y me puse triste, mucho, y guardé el collar, todavía lo tengo... ¿debería tirarlo? No, no, porque fue muy lindo ese momento, y mi vínculo con vos. Pero ay, ese otro momento de vergüenza y dolor, eso es lo que quiero exorcizar. Sigo haciendo lo mismo, lo mismo. Sigo haciendo lío, cuando puedo, sigo corriendo y no alcanzando, a veces sí, y es como una reivindicación histórica, como subirme a una mesa y decirles a todas esas bobas, mirá mirá, fijáte bien, ves!!!! Pero cuando no alcanzo, es revivir esa escena, y esas bobas me miran y se ríen, y yo sigo sin entender, corriendo, chocándome con una indiferencia fría. Exorcizar el collar implica darme cuenta de que todos los errores de ese evento fueron exclusivamente míos, por darle carácter público a la persecusión, nono, no a la persecusión sino al vínculo. Y ahora no estoy haciendo lo mismo, pero lo suelo hacer. Ahora lo que quiero es poder ponerme el collar sin vergüenza, y si me preguntan por qué razon estoy usando un collar con perlas de plástico rojo, no decir nada, o simplemente sugerir que fue un regalo. Ser discreta, igual acá hay algo que me hace ruido. Y ahí my dear, vos no sos inocente, porque a ver, yo no fui nunca discreta, nunca, era bardera, gritona, contaba intimidades a todo el mundo, no sabia distinguir entre lo público y lo privado, y si sabía hacía todo lo posible para quebrar esos ámbitos. Entonces, si te gusté, si libremente decidiste estar conmigo, con migo, era así, no discreta, extrovertida, gritona, corriendo, corriendo como loca descalza o con zapatos, con o sin collar, como loca linda. Sí, sé que te invadí , pero esa era yo, quizá acá lo difícil es aceptar que no podíamos estar juntos, que no éramos compatibles. Pero fue tan lindo todo mientras duró, tanto. Igual, medio forzada por las circunstancias, y ahora más grande y vivida, elegí ser como soy, seguir siendo así. Ya voy a encontrar a alguien que no le dé vergüenza. Y que me cante a los gritos una versión extendida de cualquier canción. Ay no, no eso mejor que sea en privado. Eso me daría vergüenza a mí. Ja, perdón, Nicky, por hacerte pasar vergüenza, sabés una cosa? creo que lo que quería en realidad no era darles envidia, sino que me dejaran ser amigas suyas, compartir eso con ellas para demostrarles que si vos me veías linda, era linda, que si vos me veías nena, era nena. Por eso necesitaba probarlo de forma pública, porque esas turras me circunscribían al ambito de los varones, y yo, como siempre, como ahora, resistia, pero no intentando ser como ellas, sino en la lucha, reivindicando mi derecho a ser distinta, desordenando el rincón de la casita, lavando los disfraces, robándome los imanes, haciendo lío, haciendo lío. Ahora tengo amigas, ahora soy una nena, grande, pero aún me cuestan algunas cosas, como entender los límites, es que no me gustan nada los límites, quiero hacer las cosas como yo quiero hacerlas, y encontrarte, en alguien, y que me vuelvas a cantar la del payaso, y que pueda entender la letra sin sentir esa especie de angustia. Soy una nena grande que sigue corriendo, pero sabés qué, me gusta. Y no juego a la casita, porque en la casita solo jugaban las nenas a tomar el té y era muuuuuy aburrido, prefiero jugar a la mancha, o a la escondida. Prefiero jugar con las figuritas y los autitos, y prefieron jugar con vos, aunque sea así en secreto, y sin la santa aprobación de esas señoritas, porque vos empezaste siendo mi amigo, ahora puedo estar segura, y después fuiste mi noviecito, y está bueno jugar a escondidas, ¿no? También eso es un desafío, y a mí, demás está decir, me encantan los desafíos.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Me miro, me gusto. Siento mi cuerpo tan hermoso que me parece que fuera de otra persona. Hay algo de alienante en esta sensación extraña de sol y sentirse bien. Como si quisiera poder salir de mí, como si saliera efectivamente de mí, solo por el placer de mirarme. No puedo sacarme de la cabeza esta sensación alegre de que en un punto no soy yo esta que me gusto, que me disfruto. Sí, sí, ya sé, esa máscara construida de depresión y obsesión, sí, sí. Pero tanto me había acostumbrado a ver esa máscara en el espejo que ahora, al mirar esta otra, porque no me voy a engañar, esto también es máscara, me parece extraña. Sobre todo extraña porque siento que está hecha a mi medida. Y sí, así de simple, escribí eso y pensé efectivamente que está hecha a mi medida porque la forjé yo, a diferencia de la otra que fue más bien un escudo por circunstancias varias, para esta máscara me tomé mi tiempo, me quedé con la otra incómoda más de lo que debía, con el único objetivo de pulir esta lo más perfecta posible. No es perfecta, yo veo las imperfecciones, pero están de este lado de la máscara, como pasaba con la otra, solo que estas no duelen tanto, no se clavan en los lugares que sobresalen de mi cara, más bien están acomodadas a mis huecos. Porque la hice yo. Y para hacerla tuve que reconocerme primero, palparme, mirarme, volverme a palpar. Revisar cada rincón, limpiar lo que sobraba, aún queda tanto por hacer... A diferencia de otras veces no quiero sentarme a descansar, porque no estoy cansada, esta máscara la hice con materiales aerodinámicos, yo sabía desde antes que quería volar. La otra máscara la tengo guardada, cada tanto la saco y la lloro, me la acerco, la huelo, siento su potente hedor húmedo, sus oscuridades, me reconozco y casi que el vacío me absorbe pero también casi que algo de este lado me retiene. Por eso quizá es que no quiero sentarme a descansar. Sonrío mucho ultimamente, también lloro, pero en proporción sonrío mucho más de lo que lloro. Tengo esta sensación de fuerza, mucha, y al mismo tiempo tantas ganas de jugar y ternura. Puedo ser de cualquier manera, siento, sé que puedo ser de cualquier manera. Si puedo yo, mover, un par de zapatones, podré yo, mover, castillos y cañones, con solo, decir, la frase que aprendí.... así decía una canción de una película que me encantaba, y me encantaba porque yo quería ser así, yo quiero ser de tantas maneras, de tantas maneras. Darte un beso y escaparme. No quiero hablar de amor, no voy a hablar de amor. De juego hablo, de que estoy contenta y quiero jugar, y te invito a jugar conmigo, pero sino juego con quien quiera jugar o juego solita. Y en el medio vamos a cambiar el mundo, vamos a lograrlo, pero sino también es un lindo juego, como la vez que llevamos arena para evitar que vengan los ladrones y tapamos las cañerías, ¡qué lío se armó! Vamos a jugar con las tizas de colores y no hagamos una rayuela, pintemos nuestros nombres y miles de nubes y cosas locas por todos lados. Después corramos a saltar descalzos sobre nuestros dibujos, y capaz que podemos entrar, como Mary Poppins, y andar por la azotea, sin caernos, sin caernos, siempre en el borde, como dice Niezstche, y nunca pensé que en una misma frase podrían aparecer estos dos personajes, pero se puede, todo se puede. Porque acá también estamos jugando, con palabras, pero jugando al fin. Que no se acabe el juego, y si se acaba, empecemos rápido otro, no sea cosa que nos aburramos. No sea cosa que nos pongamos fastidiosos y empecemos a llorar.

miércoles, 28 de julio de 2010

Cuando vuelve el cerro

Hacía mucho que no miraba el calendario... estaba viejo, fuera de fecha. Ya estamos terminando julio... y siempre para esta misma fecha, será que se hace una especie de impasse (nunca antes había escrito la palabra impasse) esa fuerza inentendible que te hace pensar en el tiempo. Estuve un rato largo antes mirando las frases en la pared, sintiéndolas también viejas, ajenas, como si toda esa angustia fuese solo una supervivencia de algo que (está, siempre está, no vamos a mentirnos) pero ahora se encuentra lejano, vedado, por suerte vedado. Sacar los meses viejos del calendario con cuidado fue placentero. Pero más placentero aún fue descubrir junto con el trimestres en curso el cerro de los siete colores. Real. Real. Yo sé que es real, yo sé que es real. No me lo contaron, no lo soñé. Estuve ahí. Ese placer concreto, con sabor a presente. Algo como la madera, que está, está. Y sí, claro, los nudos, las astillas, pero está, ahí, y se puede tocar, ver, también, pero tocar. Y yo pude tocar la sensación del cerro, porque me golpeó la cara con un arrebato de felicidad airosa, ventosa. Esto era. Hoy. Hoy y mañana. Ayer, hoy y mañana. No un ayer lejano e inabordable. No un mañana ilusorio e inalcanzable. Ayer, hoy y mañana. En este juego de tres meses concretos de un año determinado bajo el cerro ese, y no otro, que yo quiero y conozco. Que yo quiero y conozco. Ay, casi que lo repetiría por tercera vez en un brote místico. Que yo quiero y conozco. Porque lo conozco lo quiero, porque lo quiero lo conozco, unidos los dos conceptos, el afecto y el conocimiento. Y permitirme ambos en esto tan concreto que es conocer desde el tacto. Contacto. Con tacto. Hacer contactos, muchos, reales, distintos, muchos. Ir conociendo con mi piel otras pieles desde el abrazo, desde el saludo, desde el cariño... y no. Ir conociendo todo lo que voy pudiendo, un poco mas que ayer, un poco más mañana. No se dan de golpe las cosas en mi vida, debería ya saberlo de sobra, pero si quiero, y manejo el tiempo distinto, y de golpe descuelgo tres meses juntos cuando ya ha pasado un cuarto, o dos años, o cinco, entonces sí, todo se da de golpe. Porque el tiempo, el tiempo ansioso y breve, ese lo llevo colgado yo. Ese no está ahí detrás de la puerta, ese tiempo no está en el cerro. Pero tampoco está en la puerta el tiempo inmutable, aquello eterno. Es un tiempo llanito(sí, sí, la contradicción con el cerro la entendimos todos) concreto, de minutos dulces que pasan con 60 segundos cada uno, para usar y disfrutar, cuando se pueda, lo que se pueda, y aprender, y aprender. Es un tiempo llanito, pequeño de meses y obligaciones, de metas y vericuetos, chiquito y aplastado por un enorme cerro que está ahí, ahí, y es tantas cosas que se llaman amigos, sueños, amores, almitas queridas, utopías, luchas... Pero sobre todo es un tiempo escalera... lo intuyo, no muy inclinada, pero qué lindo que no lo sea así se puede respirar el camino, y no hay vértigo, porque es ancha la escalera, y si quiero no me acerco al borde, y si quiero miro el paisaje, y si quiero, es un cerro, que está ahí, porque yo lo sé, porque estuve, porque estuve ahí.

martes, 18 de mayo de 2010

De la zamba a los mapas satelitales por culpa del tango.

Venía escuchando unas zambas. Y ahí aquello del carnaval, lo engualichado, los pañuelos. Te vi, te vas, volvés, vuelvo, te llevo, te llevo, me llevo en vos, me dejo llevar. Y el carnaval, el carnaval. En seguida el tango, como un disruptor áspero. Hermosamente áspero, pero que me baja de un hondazo, y me lleva a ese lugar que disfruto pero ya como ajeno, como una casa de fin de semana que hace tanto que no visito, como ese monoambiente húmedo que está en venta y nadie compra, como ese pantanoso terreno estéril e inedificable que es mío, sí, pero ya, ya... El tango de repente, abrupto, con su angustia. En el mismísimo halo de seducción, pero esa bajada precipitada, entre la zamba y la fuerza, entre la seducción de la zamba y el anhelo sensual del tango, entre la búsqueda y la espera, entre la caza y el llanto amodorrado contra el vidrio. Placer ambas cosas, digámoslo honestamente. Sin embargo, tan distinto. Y ahora vuelvo atrás, y recuerdo aquello de que la zamba te desgarra el alma, y las primeras impresiones casi nunca son las que valen, son las primeras y en tanto tales, son útiles, y necesarias. De no haber primeras impresiones no habría subsiguientes. Pero ahora entiendo cuando se me dijo que estaba equivocada, que la zamba no es para nada triste, que es otra cosa. Y la que estaba triste era yo, por eso no podía entenderlo, pero ahora entiendo... y esa otra cosa es que sí, te desgarra el alma, pero no necesariamente de angustia. Te desagarra el alma porque es un vuelo de buitres en búsqueda de presas. Y los pañuelos no son las alas sino las... garras, no son garras... dios, soy maestra y bruta, cómo se llaman los pies de los pájaros. Será que no soy ave, pero a veces sí, y a veces vuelo, y soy ave, y buitre, y paloma, y todo lo que vuela y se despliega en esa infinita levedad mentirosa, que busca la caída. Pero no la del tango. Esa otra ocurre, de golpe, como hoy, como un disruptor. Y menos mal que estaba lo suficientemente atenta, para distinguir, para alegrarme por comprender, que la zamba no es triste, que el tango sí, mucho, que tengo un tango en el alma, esa misma alma que antes desgarraba la zamba. Y que ahora no desgarra, porque empaqueté el tango, y cada tanto lo miro, lo dejo dar vueltas, chocarse contra el vidrio, sonar, soñar, ser ese tango, ese que hay que cantar querido bandoneón. No quiero hablar del tango, ni de la zamba. Quiero hablar de eso en común, a pesar del disruptor. Entonces no de la tristeza o no tristeza (¡cuánto me cuesta decir alegría!) Sino de ese halo, de seducción, ese perfume de carnaval, ese perfume de champagne, ese perfume, ese perfume, que te atonta, te lleva, te sube, sube, sube. Y ahora entiendo, que la zamba es eso otro, y quizá la sensación de tristeza tenía que ver con la atadura al piso, con el miedo a volar. Y ahora que vuelo, que tengo el viento en la frente que no puedo dejar de sonreirle a lo que viene, porque el viento me obliga y me estira la cara, esta zamba que se cuela como perfume, como una ola inmensa que me abraza, me lleva... ahora entiendo... que se me dijera que estaba completamente equivocada a su respecto. Y ahora entiendo haber estado equivocaca con respecto a esto y, por supuesto, a tantas otras cosas que aldedor de ella se agitaban. Quizá, en contraposición con la imagen del vuelo, porque esas cosas que se agitaban, sedimentaron y cayeron, y ahora desde esta nueva altura, puedo mirar al piso, y ver todo con claridad (una claridad interesante que no se ensucia y aún así podría extenderse para tocar los sedimentos). La maravilla de la imágen satelital.

domingo, 28 de marzo de 2010

Miss Yo.

Mis cosas, mi casa, mi cuadra mi cuarto, mis espacios mi cuerpo, mi cara mi cuerpo, mis pechos, mis piernas, mis nalgas. Mis certezas, mis dudas mis gritos de guerra mis lemas mi ideología, mis ideologías mis luchas, mis batallas, mis guerras mis derrotas, mis victorias. Mis combates, mis armas. Mis trincheras, mis búnkers. Mis miedos, mis corajes. Mis obsesiones, mis lugares comunes. Mis palabras, mis palabras. Mis noches, mis días. También mis tardes y mis mañanas, pero sobre todo mis noches. Mis sueños, mis pesadillas. Mis escaleras, mis escalones. Mis túneles, mis reiteraciones. Mis libros, mis papeles, mis autores. Mis papeles, mis palabras, mi tinta. Mis palabras, mis silencios.... Mis preguntas, mis respuestas, mis preguntas sin respuesta. Mis cuestionamientos y mis cuestiones. Mi mamá, mi mamá. Mi papá. Mi hermano también, mi hermanito. Mi abuela y mi todo el resto. Mi familia. Mis plantas, mis muebles, mi sol de tarde. Mis oscuridades y mis luces. Mi luz, mi luz. Mis espejos, bah, mis reflejos. Mis proyecciones. Mi imagen, mis imágenes. Mi trabajo, mi estudio, mi arte. Mi tedio, mis diversiones. Mi placer, mi deber. Mis amigos, mis amigos lejos y cerca. Mis amigos que ya no. Mis amigos que ahora sí. Mis amores, mis no amores. Mis ternuras. Mis pasiones. Mis fervores, mis paciencias. Mis siempres, mis nuncas, mis quizases. Mis quisiera, mis proyectos, mis seguridades e in- Mis monstruos, mis ángeles. Mi Dios, Mi DIOS. Mis plegarias, mis agradecimientos, mis pedidos. Mis lágrimas y mis sonrisas. Mis carcajadas. Mis danzas, mis letargos, mi inmovilidad. Mi pánico, mi confianza, mi abismo. Mi tiempo, mi tiempo. Mis horas, mis días. Mis manjares, mis de paso, mi aquí y ahora. Mi aquí, mi ahora. Mi ahora. Mis simplezas, mis telas de araña. Mis remolinos, mis aguas mansas. Mis rocas, mis juncos. Mis olas, mis orillas. Mi piel, mis caricias. Mis verdades, mis hipocresías. Mis rencores, guardaditos. Mis "todo lo digo" y mis "no digo nada". Mis resistencias y vendavales. Mis finales, mis principios. Mis punto y coma. Mis enumeraciones, mis búsquedas. Mis encuentros furtivos y planeados. Mis recuerdos, mis inventos. Mi cansancio, mi energía. Mi esperanza y mi espera. Mis muertes, mis nacimientos, mis resurrecciones. Mi temple, mi carácter. Mi luna, mi sol. Mi tibia y peroné. Mi música, mis datos, mis lugares para flotar Mi coherencia y mi espacio absurdo. Mis delirios, mis delirios. Mi insolencia, mi obediencia. Mis tentaciones, mis prohibiciones. Mis eternas letanías, mis efímeras oraciones. Mis ojos, mi mirada. Mi telón, mi función, mi escenario. Mi máscara y mi rostro. El verdadero. ¿Cuál? El verdadero. .

miércoles, 10 de marzo de 2010

Empezaba el año, estaba nuevecito, como recién salido del horno. Como una cachetada que te despierta, brutal pero ya, ahora, me encontré frente a mi espejo, y decidí hacer lo contrario a lo que hubiera hecho, yo, de ser yo, y no ser la del espejo. Entonces corrí, corrí, descalza, hasta que llegué donde quería e hice lo que quise como quise. Corrí descalza, corrí descalza. El año seguía nuevecito, y me metí hasta la cintura, desde la cintura, sobre la cintura, en un río sin agua, donde yo era el agua y no la que flotaba o se hundía. Yo era el río, en el río, desde el río, (¿podría decir que me río de esto?). Yo era el río sobre las rocas, y las rocas mi colchón, y mis brazos y mis piernas se extendieron y volaron. Como si aún estuviera corriendo descalza. Ahí nomás dejé mis palabras, algunas de ellas, casi al pasar, las dejé bien presentadas, bien dirigidas, pero en realidad hacía mucho que debiera haberlas dejado, bla, qué me importa, hacía mucho yo no existía, hacía mucho era la del espejo en el espejo, ahora soy la del espejo acá. No supe nada más de mis palabras, y aún así no me quedé muda. El año iba creciendo en altura y en sabiduría, yo, aún corría descalza, yo aún soy río, yo aún sin llorar, casi como un desafío. Me paseo me vuelvo felino, me arremolino, me acurruco, araño, soy un felino que es río, que es reflejo, que corre descalzo, porque sino sería el gato con botas, y gato con botas no caza ratones.

lunes, 1 de febrero de 2010

sobre febrero

Bueno, empezó febrero. Me doy cuenta casi sin querer, cuando me encuentro haciendo lo que estoy haciendo que voy a relatar... ¿quién es la ansiosa yo o el que lee, o la que lee, que en este caso soy yo... bueno? Abro mi correo electrónico (porque decir mail es muy muy... entonces pareciera que decir correo electrónico es más del pueblo, bah, abro el mail), y me propongo encontrar unos archivos que había guardado, porque hace poco se formateó la compu en la que suelo escribir, investigar, boludear... En fin, empiezo a ordenar y me encuentro, primero y ante nada, con una carpetita, hermosa carpetita titulada "Algo así" en referencia al asunto que proclamaba un mail que fue luego convertido en una seguidillas de mails entre la escribiente actual y un amor ... qué decir, imposible, irreal, imbécil. De esas estupideces que son así como daydreams (uff, qué inglesa que estoy) fantasías... Freud dice que las fantasías y los sueños están ahí, pegaditos, en cuanto a la forma de pensar... lo difícil es que cuando una fantasea cree que está pensando de forma conciente, entonces ahí las fatales equivocaciones, los enriedos, las imbecilidades, y sobre todo, la pérdida de tiempo (esto lo digo yo Sr. Freud). Decía, me encuentro con esa carpeta que databa de... a ver que me fijo... el más lejano de enero del 2007, aunque estimo que debe haber por ahí alguno que escapó a la revisión y será previo (habrá sido previo, no sé qué tiempo verbal utilizar cuando estoy hablando de un texto viejo, que busco hoy, que no encuentro y estimo entontraré en un futuro no establecido), Esta carpetita fue guardada por mí, en la más estúpida de mis intenciones sadomasoquistas (que es la contracara oscura de la idiota que cree en algo así como el amor, puaj, puaj, puaj). Sí, la guardé con la esperanza: 1) De que pasado un tiempo se historice, es decir, que converjan en esa carpeta nuevos mails, que evoquen nuevos encuentros. 2) Que llegado un momento de suma tristeza me recuerde que si no fui amada, cuando menos fui deseada intelectualmente (porque de esto iba un poco el cariño escrito en esa hermosa carpetita) Es de aclarar aquí que cada vez que presentí que alguien se sintió atraído por mí intelectualmente o anímicamente llevé estas relaciones a planos irrealizables, idílicos, sin concresiones corporales (va con c o con s?). Bueno, borré los mails, o estoy en eso, aún están en la papelera, pero como dije, ahí me percaté de que empezó febrero (del 2010, tres años es mucho para guardar ... no sé qué es lo que guardé ahí). El borrón y cuenta nueva comenzó como todo en mi vida, como un vendaval lleno de tierra que traerá pronto el pampero limpio, la lluvia, la lluvia, igual estimo que esta vez no pueden ser lágrimas. No tengo grises, voy a borrar todo lo que no tenga relación con relaciones, valga la redundancia actuales y (sin el /o) reales. Entro en otra carpeta no tan prolija que denominé archivo. Empiezo a borrar sin mirar. Paro, miro los mails, por si me encuentro con alguna dirección que desee guardar. Comienzo guardando mails de profesores que pueden llegar a serme de utilidad, o debieran serlo. Ahora pienso que lo que sigue a esto es borrar algunas cosas de mi celular, pero paso a paso. Ufff, son 5000 mails que puedo solamente borrar de a veinte. Paso a paso, total no tengo nada más que hacer. En eso, en eso me encuentro con otras historias, mías, que me resultan tan ajenas. Ayer me pasó lo mismo, no recuerdo en referencia a quién, pero esta sensación de ajenidad, de ser tan distinta, y lejana. Ay quiero acordarme, estaba mirando unas fotos, ¿de quién? No no hay caso, no recuerdo. Recuerdo la sensación de ajenidad con respecto a recuerdos míos, ¿es difícil de entender? A mí me cuesta explicarlo, como que esas fotos que ahora no recuerdo (Sí, Mr. Freud, represión, censura), producían en mí una sensación de desdoblamiento, por un lado me referían a recuerdos de situaciones que sé reales y por otro me resultaba inverosímil ser yo la que había vivido esas situaciones. Es muy básico lo que intento decir, una cambia, una crece, una cambia. Ahora esa situación, y leo la seguidilla de mails con una cierta noción de mirar por una cerradura algo que no me pertenece. Ajá, yo hice eso, yo estuve ahí, yo provoqué esas palabras. En fin, ¡qué distinta que pude ser a cómo me recuerdo! Me reencontré con dos historias, ambas reales pero tan tan extrañas ahora que las veo de lejos... Un amor a la distancia, lleno de poesía berreta, con un trasfondo obligado de canciones de Rally Barrionuevo y Palito Ortega. Un amor que tuvo besos y caricias, chacarera y peleítas, viajes cruzando la Argentina... demasiada telenovela, demasiada. Otro, de encuentros ocasionales y furtivos, cuyos restos del año 2007 fueron los últimos coletazos, pero remontaban al 2005 (era tan pequeña yo, y tanto más estúpida!). De ese amor (y amor es una forma pulcra de decir otra cosa), no quiero hablar. Él quería decir todo, y yo, yo... me parece que lo del cuerpo no hay necesidad de nombrarlo (Sí, esto Freud diría que también es censura, pero yo digo, Siguiendo al otro Monseiur F. que hablar hablar de sexo es un imperativo, es parte de la obligación de la modernidad, postmodernidad, entonces, no lo digo, aún sabiendo que ya lo dije). Pero además me encontré con historias que reflejaban otros aspectos de esa que era, mails laborales, insoportables, mails del grupo misionero al que pertenecía... al que pertenecía. Y que a cada quién le resuene del modo que quiera. No, no estoy renegando de mi militancia, creo que lo que hice lo hice con convicción, dudo de que mi sensación de pertenencia haya sido compartida... iba a decir real pero lo que es real y lo que no es tan difícil de determinar. Todo lo borré, sin renegar de nada, todo lo estoy borrando, no quiero mentir, es ahora que lo voy haciendo, mientras como una especie de ensalada, con dudosas sobras de mi heladera... mi heladera. (claro si voy a repetir frases porque sí, para llamar la atención, no tienen que ser frases melanco todo el tiempo ¿o sí?) En medio de todo esto, mientras voy a un mismo tiempo recordando y borrando, decidiendo borrar, decidiendo qué leer, qué seguir recordando (igual es más lo que borro, por mucho) siguen llegando mails, actuales. El presente que se arrebata, que se obstina, que no se detiene hasta que una pueda ordenarse. Y es así hay que ordenar mientras te vas moviendo, con el viento, más si es un vendaval, hay que ser ágil. Soy ágil. En eso venía redistribuyendo los mails que quería guardar, hasta ese momento, hasta ahora eran puras cosas de la facultad, o laborales, lo "personal" podía ser descartado. Historias viejas que no desaba volver a abrir, y aunque lo deseara había perdido ya las llaves o lo que sea que abracadabra. Y en eso, en eso, me encuentro con un mail "personal", gran paréntesis (cariño-utopía-ideal-dulzura-fraternal abrazo que atraviesa el tiempo). Este mail no puedo borrarlo, porque si bien es del 2006 (fines) al leerlo es... actual, está dirigido a mí, a la que soy, no a esa ajena, a la que sigue siendo, sigue siendo, a pesar de los cambios coyunturales, a eso cercano a la esencia, o bien aquello que es marca y tatuaje. Pero ¿dónde lo guardo?. Dejarlo en el archivo sería mentirme al proceso de limpieza que estoy llevando a cabo, armar una nueva carpeta sería demasiado, sería colaborar con el proceso onírico que idealiza y cumple deseos que no se cumplirán nunca. ¿Ves Bruno? Y acá, acá, en todos lados. Lo dejo acá y después veo qué hago. Lo voy a guardar en la carpeta vacía de "Algo así", por ahora, creo, no sé. Continúo con la limpieza, ya falta poco para concluir el archivo (todavía me falta la bandeja de entrada que supone la misma limpieza pero más cercana al presente). Me encuentro con un correro, y este sí lo veo desde lejos como lo más bizarro, bueno, no voy a exagerar, una de las cosas más raras que viví. Una vuelta me convocaron para hacer una versión libre de Dr. Jekyll y Mr Hyde... incluía, ¡Dios sabrá por qué!, intervalos musicales en bolas. Yo era la única mujer convocada en escena ¡Qué orgullo! Este mail también lo guardo... me negué a hacer la obra en ese momento, ahora... nono, ahora tampoco la haría, aún tengo mucha celulitis. Bueno, me dirijo ahora a los eliminados, para vaciar la carpeta. El cartel de windows me detiene "¿Está seguro de que desea vaciar esta carpeta?" En principio estoy segurAAA, o sea es siempre un varón??? En segundo lugar, sí, pero quise dar un poco de suspenso. Uff y todavía me queda la bandeja de entrada que incluye alrededor de tres mil. En fin, creo que ya basta por hoy, además tengo que borrar un par de mensajes y números del celular, para hacer más efectiva la limpieza. No tengo que demorarme mucho, porque si bien recién empieza el mes... febrero tiene solo 28 días. Igual, igual, siento que aún no estoy en condiciones de borrar el presente cercano, un par de días más no le van a molestar a febrero. De todos modos, para sorpresa mía, de los 3000 de la bandeja de entrada parece no haber nada rescatable, pienso ahora dos segundos alejada de ello que en realidad tiene que ver con eso mismo, con el tiempo, y todo es el tiempo que en todo se mete y lo embrolla y lo hace luminoso o sumamente oscuro... digo que el tiempo, la lejanía, vuelve todo barroco y entrañable, cuando el presente o el pasado cercano nos permite arrancarnos la realidad más sin dolor. No hay que guardar retazos, no hay que guardarlos, se encarnan, se hacen uña adentro. De todos modos me da algo de lástima, de pena, como si este último tiempo, el que no me resulta ajeno por la similitud profunda que tiene con la que decido ser, no hubiera nada permanente, cargado de afecto, iba a decir real, pero de nuevo ¿qué es real? Y quizá sea eso, que ésta, la que decido ser, decidió vivir por un rato así, borrando en febrero lo que escribió hace cuatro años o hace dos días. Que ésta, la que acepto ser, no quiere andar llorándose por los rincones, porque siempre estimó que esas fotos que miraba, aunque aún no las pueda borrar, eran parte de un guión impuesto, por ella misma, pero también tanto tanto por la coyuntura, la circunstancia, y por ella misma es cierto, pero por esa ella misma que ya no era, que hoy le resulta, y aunque se haya dicho hasta el hartazgo vale la pena reiterarlo, ajena. pd: aún me pregunto por qué tengo este impudor con el borramiento de palabras y no con las fotos, no puedo borrar imágenes... para seguir pensando nomás. pd2: después de mucho meditarlo también decidí borrar el mail que no sabía dónde guardar... si el cariño es real no hay por qué guardar retazos de algo que tiene tanto tanto tiempo, quiero limpiar de verdad.